La aplicación de productos fitosanitarios: una componente clave en la rentabilidad de los cultivos frutales / Ángel Jiménez

oye-closed - 27 Jul, 2018

Ángel Jiménez
Laboratorio de Maquinaria Agrícola
Escuela Politécnica Superior de Huesca- Universidad de Zaragoza

Las actuales exigencias de los mercados de la fruta, destinada al consumo en fresco o para su transformación, junto con los requisitos de sostenibilidad ambiental, han hecho que la protección vegetal se convierta en una de las operaciones con más relevancia económica del proceso productivo de las explotaciones frutales, e incluso para su posterior acondicionamiento, conservación y procesamiento.

Si atendemos a la máxima que dice “una cadena es tan fuerte como lo es su eslabón más débil”, deberemos analizar todos los componentes que intervienen hasta que el consumidor accede a una fruta o un derivado de la misma, pues el descuido de uno de los eslabones puede hacer inútiles los esfuerzos que podamos hacer en los restantes.

Si nos centramos en el sub-proceso de producción de la fruta, es de todos conocido que el valor económico de una determinada explotación frutal, entendiéndola como el producto de las cantidades por las calidades de las cosechas obtenidas, tiene una gran dependencia de la sanidad vegetal de sus plantaciones, para lo que es obligatorio aplicar las técnicas de Gestión Integrada de plagas (GIP) (R.D. 1201/2002), pero sobre todo hay que manejar los Productos Fitosanitarios con total responsabilidad.

En los últimos treinta años se han producido importantes mejoras respecto al diagnóstico y prescripción, gracias a la profesionalización de estas funciones (técnicos al servicio de las ATRIAs y asesores de otras organizaciones públicas y privadas) .Por consiguiente podemos considerar que las explotaciones van a tener resuelto el problema de saber cuál de las opciones que ofrece la GIP es la más adecuada para prevenir o curar una determinada plaga o enfermedad.

En este contexto, cuando la solución técnica sea la aplicación de un Tratamiento Fitosanitario, deberemos tener en cuenta que la “calidad” de dicha operación engloba cuatro aspectos:

Aquí es donde esta cadena tiene su “eslabón más débil”, puesto que, hablando en términos generales, la elección, la correcta regulación y el mantenimiento de la maquinaria utilizada para la aplicación de productos fitosanitarios, son manifiestamente mejorables.


Es evidente que no se pueden aplicar a todas parcelas la misma dosis/Ha  del producto fitosanitario elegido, sin tener en cuenta los valores que toman los parámetros que caracterizan cada una de las plantaciones, el estado fenológico, las condiciones climáticas, etc. Una vez determinada la dosis a aplicar, hay que hacerla llegar al objetivo, minimizando las derivas de producto, ya que, además de constituir una pérdida económica, generará contaminación. Así mismo la tecnología disponible nos permite hacer “aplicaciones de precisión”, que pretenden distribuir dicha dosis efectiva de forma uniforme por toda la superficie foliar a tratar, en lugar de utilizar criterios genéricos que conducen a una pérdida de la eficacia del tratamiento.

Para poder realizar la descrita “aplicación de calidad” es imprescindible la pericia del aplicador, pero, disponer de un equipo adecuado y bien mantenido, es la condición “sine qua non”. La escasa atención que la mayoría de los fruticultores han venido prestando al equipo de aplicación ha quedado patente a la vista de los resultados obtenidos en las Inspecciones Obligatorias de Equipos de Aplicación de Productos Fitosanitarios (EAPF), que se han realizado en estos tres últimos años.

La inscripción e inspección de los EAPF , consecuencia de la aplicación del RD 1702/2011 , son una obligación a nivel de toda la Unión Europea (Directiva 128/2009), que se debería interpretar como una garantía de calidad, asegurando el correcto funcionamiento de los equipos. Por tanto,  esto permite que el aplicador pueda realizar una distribución eficiente del producto fitosanitario sobre el objetivo a proteger.

Queda sobradamente justificado que, para la correcta aplicación de los tratamientos fitosanitarios, es necesario ampliar el actual asesoramiento técnico, con el fin de que esa asistencia se extienda hasta el final de la cadena de la Gestión Integrada de las Plagas y enfermedades.

Todo ello también podría aprovecharse como argumento del mensaje que pretende hacer visible a la sociedad los esfuerzos que el Sector Agrario está realizando para conseguir la producción, respetuosa con el medio ambiente, de alimentos saludables, de calidad.

Evidentemente esta propuesta tiene unos costes, pero en este caso no es necesario hacer muchos números para demostrar que las contrapartidas, consistentes en un ahorro de producto y en unos mayores ingresos (mayor cantidad/calidad de producción) los compensan sobradamente, consiguiendo una mejora en la competitividad de las explotaciones.

Debemos considerar también que la mejora en la calidad de los tratamientos fitosanitarios, permitirá controlar los niveles de residuos en fruta, cumpliendo con uno de los requisitos comunes en todos los “protocolos de calidad” aplicados a los productos agrarios, independientemente de que la fruta se destine al consumo en fresco o que se envíe a la industria agroalimentaria para su transformación o procesado.

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