Unidades productivas de cereales y forrajes en regadío
Rosendo Castillo
Cingral
rcastillo@cingral.com
El día que escribo este artículo se clausura la FIMA de todos los récords. Cantidades ingentes de tecnología que vienen para quedarse en el sector. Un sector forzado a enfrentar sus asignaturas pendientes, como todos.
Una asignatura pendiente del agro español se llama Unidades de Producción competitivas.
La agricultura productora de alimentos no escapa a la globalización y a sus exigencias de mercado. Debe ser altamente competitiva y ambientalmente sostenible, por tanto, muy profesionalizada. Además, no debe estar lastrada por costes excesivos de ningún tipo.
Para poder producir en ese escenario se requieren explotaciones (Unidades de Producción) de tamaño suficiente para que todas y cada una de las inversiones y de las labores de explotación se puedan hacer de forma viable. Este factor de tamaño es especialmente exigente en el caso de la producción en regadío de cereales y de forrajes para el ganado. Casi podríamos decir sin temor a equivocarnos que todas las explotaciones son pequeñas.
En general, la realidad de la estructura de la propiedad es bien diferente: Muchas parcelas de tamaño insuficiente y geometrías que penalizan cualquier inversión y/o labor. En el caso de las huertas tradicionales o de ribera es especialmente desfavorable y el grado de abandono no deja de aumentar.
Tradicionalmente, la única aproximación al problema se hace mediante la Concentración parcelaria, herramienta extraordinariamente robusta jurídicamente en España y conocida por las Administraciones con responsabilidades en la materia.
Como contrapartida se podría hablar de que se trata de un proceso lento y caro que no permite actuar de una forma global en el territorio.
Además, y más importante desde mi punto de vista, no resuelve el tamaño final de la mayor parte de las propiedades concentradas. Es decir, la mayoría de los propietarios concentrados seguirán teniendo unas propiedades más valiosas que antes, pero inviables por sí solas.
Actualmente ya existen algunos ejemplos de una forma diferente de abordar el problema del tamaño, la asociación voluntaria para su explotación conjunta.
Me voy a centrar en un ejemplo en explotaciones de regadío en Biota, Zona Regable de Bardenas en la provincia de Zaragoza.
Se aprovechó el momento de la modernización de sus infraestructuras de regadío para adaptarse a la realidad social del momento. Año 2008.
Se partía de 1200 ha de terrenos gravosos, de “saso”, divididas en 650 parcelas, regadas por inundación con elevadas pérdidas de agua, de horas de trabajo para regar y para mantener las acequias y desagües.
Los bajos rendimientos y la poca variabilidad posible de los cultivos hacían que las parcelas fuesen muy poco competitivas y, en consecuencia, de escaso valor.
La Junta de Gobierno de la CR adoptó la decisión de crear explotaciones más viables y rentables. Decidió que se hiciera la modernización pensando en el número de agricultores (35) a título principal y no en el de propietarios. La finalidad, reducir costes de inversión en red primaria, equipamientos de parcela y costes de producción. Tras la modernización las parcelas tenían una media de 30 ha con altos rendimientos de un mayor número de cultivos. Hubo una gran revalorización del valor de la tierra.
En el año 2011 empezó la explotación de todo lo concebido y construido desde el 2008.
Durante estos años se van reduciendo el número de los agricultores y se empieza a producir otro fenómeno complementario, la explotación conjunta de varias de esas parcelas presuntamente viables recién estrenadas.
En el año 2018 la realidad es que el 25% de la superficie de la CR se cultiva de forma conjunta por parte de la cooperativa del pueblo. Que necesitan contratar un técnico para hacerlo de forma cada vez más profesional y porque ven que el proceso de explotación conjunta va a seguir aumentando en los años venideros. Es decir, aun pensando en el presente nos quedamos cortos y la realidad nos muestra la necesidad de ser mucho más ambiciosos en las soluciones.
Escenarios similares son cada vez más frecuentes en toda la geografía española.
Hay muchas zonas en las que no es realista plantear iniciativas similares. Ahora bien, en cuanto las Administraciones competentes incentiven el que este tipo de acciones sean fáciles y baratas, empezarán a multiplicarse. Por pura necesidad.
En este momento hay una gran parte de los agricultores que empiezan a tomar conciencia de que el individualismo tradicionalmente asumido es un escenario con muy poco futuro. Las inercias y los intereses a muy corto no dejan ver a veces la realidad que se aproxima a gran velocidad.
Los agricultores de cereales y forrajes de regadío deben elegir si se organizan para dar un paso al frente que les permita mantener su patrimonio y, en algunos casos, sus explotaciones ò bien se van a dejar engullir por grupos empresariales interesados en la actividad a escala industrial. El primer escenario les permitirá seguir habitando el medio rural. El segundo les invitará a dejarlo.
Se trata, además, de conseguir que el problema patrimonial que se deja a los hijos se convierta en una ayuda. Ayudar a los patrimonios a ser productivos, y por tanto, valiosos.