Antonio de Vega García
Departamento de Producción Animal y Ciencia de los Alimentos
Facultad de Veterinaria - Universidad de Zaragoza
Instituto Agroalimentario de Aragón (IA2)
España produce, aproximadamente, el 1% de la carne de vacuno del mundo, con un valor de mercado de unos 4000 millones de euros. Alrededor del 75% de los terneros son sacrificados con una edad de entre 11 y 13 meses, y con un peso vivo próximo a los 500 kg, y han sido criados con un sistema de cebo intensivo basado en la administración a voluntad de pienso de elevada concentración energética y paja. En estas condiciones, el consumo de concentrados supone hasta el 90% de la ingestión total de materia seca, por lo que el coste de las raciones es muy elevado. El uso de subproductos de la industria agroalimentaria supone a menudo una estrategia adecuada para reducir estos costes de alimentación, así como para evitar el problema que supone el almacenaje o destrucción de aquéllos.
La producción de subproductos de la oliva en España supone entre 2.5 y 6 millones de toneladas por año, cifra que genera un verdadero problema medioambiental por la necesidad de destruirlas o utilizarlas para diversos usos. Entre estos últimos, su empleo en dietas para ovejas, cabras y vacas lecheras ha sido suficientemente documentado, pero no parece haber referencias en la literatura sobre cómo puede afectar su inclusión en las raciones para terneros de cebo al rendimiento de los animales o a las características de la fermentación ruminal. Por otra parte, el material empleado en los estudios con otras especies ha sido generalmente el orujo de oliva de primera extracción, no pareciendo existir información sobre el producto objeto de esta reseña, que presenta contenidos en extracto etéreo muy bajos (2-3% de la materia seca). Es de destacar que la creciente comercialización del aceite de orujo en los últimos años ha llevado a un incremento sustancial del orujo de oliva de segunda extracción.
Trabajos realizados en el grupo de Nutrición Animal de la Universidad de Zaragoza han mostrado que la inclusión de orujo de oliva de segunda extracción, deshuesado y deshidratado, en proporciones de hasta el 20% de la materia seca del pienso de terneros de cebo, no provoca ningún efecto nocivo ni sobre el rendimiento de los animales durante todo el periodo de crecimiento ni sobre la fermentación ruminal. Es cierto que la ingestión total de materia seca aumentó para compensar la menor concentración en nutrientes de las dietas con orujo, lo que condujo a peores índices de conversión, pero también el precio de los piensos que contenían el subproducto fue inferior (242’6, 232’7 y 199’8 euros/tonelada para harinas con un 0, 10 y 20% de orujo, respectivamente). De esta manera, el coste de la alimentación por cada kg de peso vivo producido fue de 1’72, 1’61 y 1’64 euros. Es evidente, por tanto, que aunque la digestibilidad de la ración disminuye con la inclusión de orujo de oliva de segunda extracción, y que la ingestión aumenta, el balance de esta práctica es positivo incluso con un 20% de incorporación. Merece la pena destacar, igualmente, que el uso de piensos con un 10% de orujo incluso mejoró el rendimiento de los animales hasta los 250 kg de peso vivo, con mayores ganancias diarias que los animales que no consumían el subproducto.
Por lo que se refiere a la fermentación ruminal, no se observaron diferencias entre dietas en el pH, la concentración media diaria de amoniaco (en cualquier caso por encima de 50 mg/L, considerada como la mínima que garantiza una adecuada síntesis microbiana) o de ácidos grasos volátiles, o las proporciones molares medias diarias de estos últimos en el rumen, lo que confirma la idea de que un ingrediente con un bajo porcentaje de grasa, como es el orujo de oliva de segunda extracción, no provoca ningún efecto negativo sobre la actividad de la población microbiana en el citado compartimento.
La principal conclusión es, por tanto, que la sustitución de hasta un 20% de la materia seca de un pienso para vacuno de engorde por orujo de oliva de segunda extracción deshuesado y deshidratado no afecta a los rendimientos productivos de los animales, siendo su inclusión aconsejable en las cantidades indicadas en la presente reseña siempre y cuando su precio de mercado lo justifique. Además, las mayores proporciones de ácido acético, y las menores de propiónico, en el rumen de los animales alimentados con las dietas con orujo de oliva a las ocho horas tras la administración del alimento indican el posible efecto de este subproducto como modulador de la aparición del síndrome de acidosis.
Antonio de Vega García
Departamento de Producción Animal y Ciencia de los Alimentos
Facultad de Veterinaria - Universidad de Zaragoza
Instituto Agroalimentario de Aragón (IA2)
España produce, aproximadamente, el 1% de la carne de vacuno del mundo, con un valor de mercado de unos 4000 millones de euros. Alrededor del 75% de los terneros son sacrificados con una edad de entre 11 y 13 meses, y con un peso vivo próximo a los 500 kg, y han sido criados con un sistema de cebo intensivo basado en la administración a voluntad de pienso de elevada concentración energética y paja. En estas condiciones, el consumo de concentrados supone hasta el 90% de la ingestión total de materia seca, por lo que el coste de las raciones es muy elevado. El uso de subproductos de la industria agroalimentaria supone a menudo una estrategia adecuada para reducir estos costes de alimentación, así como para evitar el problema que supone el almacenaje o destrucción de aquéllos.
La producción de subproductos de la oliva en España supone entre 2.5 y 6 millones de toneladas por año, cifra que genera un verdadero problema medioambiental por la necesidad de destruirlas o utilizarlas para diversos usos. Entre estos últimos, su empleo en dietas para ovejas, cabras y vacas lecheras ha sido suficientemente documentado, pero no parece haber referencias en la literatura sobre cómo puede afectar su inclusión en las raciones para terneros de cebo al rendimiento de los animales o a las características de la fermentación ruminal. Por otra parte, el material empleado en los estudios con otras especies ha sido generalmente el orujo de oliva de primera extracción, no pareciendo existir información sobre el producto objeto de esta reseña, que presenta contenidos en extracto etéreo muy bajos (2-3% de la materia seca). Es de destacar que la creciente comercialización del aceite de orujo en los últimos años ha llevado a un incremento sustancial del orujo de oliva de segunda extracción.
Trabajos realizados en el grupo de Nutrición Animal de la Universidad de Zaragoza han mostrado que la inclusión de orujo de oliva de segunda extracción, deshuesado y deshidratado, en proporciones de hasta el 20% de la materia seca del pienso de terneros de cebo, no provoca ningún efecto nocivo ni sobre el rendimiento de los animales durante todo el periodo de crecimiento ni sobre la fermentación ruminal. Es cierto que la ingestión total de materia seca aumentó para compensar la menor concentración en nutrientes de las dietas con orujo, lo que condujo a peores índices de conversión, pero también el precio de los piensos que contenían el subproducto fue inferior (242’6, 232’7 y 199’8 euros/tonelada para harinas con un 0, 10 y 20% de orujo, respectivamente). De esta manera, el coste de la alimentación por cada kg de peso vivo producido fue de 1’72, 1’61 y 1’64 euros. Es evidente, por tanto, que aunque la digestibilidad de la ración disminuye con la inclusión de orujo de oliva de segunda extracción, y que la ingestión aumenta, el balance de esta práctica es positivo incluso con un 20% de incorporación. Merece la pena destacar, igualmente, que el uso de piensos con un 10% de orujo incluso mejoró el rendimiento de los animales hasta los 250 kg de peso vivo, con mayores ganancias diarias que los animales que no consumían el subproducto.
Por lo que se refiere a la fermentación ruminal, no se observaron diferencias entre dietas en el pH, la concentración media diaria de amoniaco (en cualquier caso por encima de 50 mg/L, considerada como la mínima que garantiza una adecuada síntesis microbiana) o de ácidos grasos volátiles, o las proporciones molares medias diarias de estos últimos en el rumen, lo que confirma la idea de que un ingrediente con un bajo porcentaje de grasa, como es el orujo de oliva de segunda extracción, no provoca ningún efecto negativo sobre la actividad de la población microbiana en el citado compartimento.
La principal conclusión es, por tanto, que la sustitución de hasta un 20% de la materia seca de un pienso para vacuno de engorde por orujo de oliva de segunda extracción deshuesado y deshidratado no afecta a los rendimientos productivos de los animales, siendo su inclusión aconsejable en las cantidades indicadas en la presente reseña siempre y cuando su precio de mercado lo justifique. Además, las mayores proporciones de ácido acético, y las menores de propiónico, en el rumen de los animales alimentados con las dietas con orujo de oliva a las ocho horas tras la administración del alimento indican el posible efecto de este subproducto como modulador de la aparición del síndrome de acidosis.