Glifosato: fulgor y caída del rey de los herbicidas / Carlos Zaragoza
Carlos Zaragoza Larios
Dr. Ingeniero Agrónomo
carloszaragozalarios@gmail.com
Yo he nacido (profesionalmente) con el glifosato. Estuve presente en uno de los primeros ensayos que hizo el ingeniero holandés D. Van Staalduine, enviado por el Banco Mundial a España, en unos frutales de Almacellas (Lérida) en 1974. Me quedé fascinado al ver cómo controlaba la cañota (Sorghum halepense) sin apenas afectar a los manzanos. Por eso, y por ver la milagrosa selectividad de la metribuzina en tomate, y algunas pocas razones más, me he dedicado a la malherbología durante casi 40 años... Desde aquel año hasta el siglo XXI he probado, ensayado y recomendado la N-fosfonometil glicina en infinidad de situaciones.
Una de sus principales ventajas es que hace posible la reducción del laboreo, incluso la “labranza cero” en los cultivos extensivos, es decir, la agricultura de conservación. En esas grandes superficies de secanos áridos y semiáridos dedicadas al cereal, es necesario aumentar la fertilidad, reducir la compactación y la erosión del suelo, y esas técnicas contribuyen a ello.
El glifosato es una herramienta muy útil para eliminar las malezas en los cultivos de frutales y lo mismo pasa en las grandes extensiones de viña y olivo. Tiene un control remarcable de la grama (Cynodon dactylon) y de la correvuela (Convolvulus arvense) y otras perennes, hierbas omnipresentes en los cultivos leñosos. Puede aducirse que la siega es una posibilidad factible pero tiene un coste energético y horario superior al tratamiento con herbicidas.
En los años 90 cuando en el Grupo Fitosanitario de Trabajo sobre Herbicidas de las CC.AA. decidimos utilizar el IPA (Índice de Impacto Ambiental, propuesto por el INIA de España) pudimos observar que el impacto del glifosato era muy bajo. Mucho menor que la mayoría de los pesticidas autorizados.
Pero, efectivamente, el glifosato es una molécula sintetizada por el hombre y, como tantas, no es inocuo. En los últimos años se han encontrado residuos (AMPA) en el agua potable en numerosos lugares y hay cierta confusión sobre sus efectos en el cuerpo humano. Pero ¿quién iba a decir en los años 80 y 90 que el glifosato podía ser tóxico? Igualmente, en su momento, que ¿el plomo de la gasolina o la uralita de los tejados, lo eran? ¿O que el tabaco produce cáncer? En aquellos años intuíamos que la Monsanto no nos mentía, pero también que no nos decía todo lo que sabían. Además, la capacidad de análisis de residuos de plaguicidas y sus metabolitos en aguas, suelos y alimentos ha mejorado muchísimo desde entonces.
Ahora sabemos que existen discrepancias científicas sobre el glifosato. Según algunos estudios, entre ellos el de la OMS, “se trata de un alterador endocrino y probable cancerígeno”, opinión que no es compartida por las autoridades europeas (ECHA y EFSA), y las de EE.UU. Canadá, Australia y Japón. Pero el gobierno francés se ha comprometido a terminar con su autorización de aquí a dos años, siempre que se encuentren alternativas, mientras que la UE la renovó hasta el 2023.
Porque sin glifosato se puede seguir produciendo, pero más caro y con probable mayor impacto ambiental. Algunas técnicas agronómicas, como la siembra directa o el mínimo laboreo se verán seriamente comprometidas. Hay estudios que sugieren que el coste del desherbado químico aumentará un 38% en los cultivos herbáceos y un 54% en los leñosos con la prohibición del glifosato. Aunque todo será necesario si el producto es tan tóxico como dicen algunos…
Además tiene perdida la guerra de la propaganda, especialmente a nivel europeo. El empleo del producto en los cultivos transgénicos tolerantes a él, ha facilitado la escarda a los agricultores a corto plazo, pero, a la larga, ha venido a complicar las cosas desde el punto de vista de la propaganda y su aceptación, por la fuerte oposición de los grupos de presión ecologistas que han triunfado en los ambientes urbanos, frente a una débil y minoritaria opinión agrícola.
Sin embargo se ha utilizado y se utiliza masivamente desde hace años en América y no parece que las cosas les vayan mal. Su esperanza de vida es la misma o superior a la europea. Otra cosa es que puntualmente se haya abusado de los tratamientos con glifosato por su eficacia, facilidad de uso y, en definitiva, su rentabilidad.
Últimamente se ha abusado de las plantaciones de soja transgénica tolerante a la molécula en algunos países (p.e. Argentina) y sus consecuencias han sido muy comentadas en los medios y redes. También ha habido muchas “fake news”. Sin embargo, una noticia que ha tenido mucho impacto es que Monsanto ha sido condenada el 03/08/2018 ha indemnizar con 289 millones de $ a un jardinero de los EE.UU., enfermo terminal de cáncer, que había usado glifosato. Monsanto ha recurrido la decisión.
Por otra parte, ha pasado el tiempo y la naturaleza ha reaccionado a los tratamientos rutinarios dando lugar a ecotipos tolerantes de especies (Lolium rigidum, Sorghum halepense, Conyza spp., etc) anteriormente sensibles, que antes se controlaban con facilidad con el glifosato. En Argentina ya hay 15 especies con resistencia al glifosato según el ISHRW (Weedscience.org).
Ya se habla del “Glifexit” (como el Brexit), es decir la salida involuntaria del glifosato de la UE, gracias a la manipulación de la opinión pública, aprovechando la decadencia y la reducción de la población agrícola europea. Y es que se mezclan muchas ideas, algunas ciertas otras falsas, en los medios: la lucha contra los tóxicos que acechan a la población, la reducción de la química en la agricultura, la lucha contra los lobbies (Monsanto), incluso la lucha contra el cambio climático,…y se lanzan sobre una sociedad científicamente ignorante.
De manera que si se quiere ampliar el periodo de autorización de este producto en Europa (que ahora es hasta 2023), los grupos de presión agrícola tendrán que insistir en Bruselas, pues es una batalla que está casi perdida.
Y es que el tiempo pone las cosas en su sitio y, en particular, a los inventos del hombre. Como decía José Ortega y Gasset en su Meditación de la técnica: “No hay adquisición humana que sea firme”.