Juan Cruzán Morano
Agroseguro
jcruzan@agroseguro.es

El Sistema de Seguros Agrarios en España, tiene un importante carácter económico y social. Se trata de una herramienta que permite al agricultor y al ganadero afrontar riesgos imprevisibles a los que diariamente están expuestas sus explotaciones, como son los riesgos meteorológicos, los accidentes, las enfermedades o las epizootias y que les generan una gran incertidumbre.

De ahí la importancia de contar con un instrumento que disminuya esta incertidumbre y posibilite la continuidad de sus explotaciones.

El agricultor puede asegurar prácticamente todos los riesgos que afectan a su explotación, pudiendo suscribir un seguro a su medida, al poder elegir entre las numerosas modalidades de aseguramiento existente, la que más se adapta a sus intereses

 

Pedrisco nectarina. Aragón

El seguro agrario permite que agricultores y ganaderos se asienten en el territorio rural, al tener garantizadas unas producciones frente a riesgos climáticos, accidentes, etc. que de otra forma harían peligrar la continuidad de sus explotaciones y de su actividad, permitiendo además que puedan seguir desarrollándose el resto de actividades que conviven con la agricultura y ganadería, y que también vertebra la vida rural

El Sistema de Seguros es fruto de la colaboración entre entidades públicas y entidades privadas, en la que cada uno asume diferentes competencias

Todo este conjunto de intervinientes, así como las actividades que llevan a cabo, se basan, desde su origen por los siguientes principios básicos: 

  • Universalidad en cuanto a producciones y riesgos asegurables.
  • Adhesión voluntaria al seguro por parte de agricultores y ganaderos
  • Los daños producidos por riesgos asegurables no pueden ser objeto de ayudas extraordinarias.
  • Solidaridad del conjunto de los intervinientes en el sistema y de la propia sociedad.
  • Aplicación de la técnica aseguradora.
  • Solvencia económica del Sistema gracias a la creación de un pool de entidades aseguradoras que asumen el riesgo en régimen de coaseguro y que gestiona Agroseguro y al reaseguro del Consorcio de Compensación de Seguros (CCS).
  • Revisión y perfección permanente del sistema.

La participación en este sistema ofrece diversas ventajas tanto para intervinientes del sector público, como para el sector privado.

  Para el sector agrario:

  • Elimina la incertidumbre del agricultor y del ganadero que al contratar un seguro, en una situación de siniestro, cobraría una indemnización adecuada al daño sufrido. Además, no depende de las ayudas y subsidios que pudiera conceder el Estado en años catastróficos.
  • Mantiene un nivel de rentas que permite la continuidad de las explotaciones y estimula la producción de los cultivos más convenientes de acuerdo con los criterios de la política económica de la Administración y del mercado.
  • Fomenta el asociacionismo entre agricultores, e introduce criterios empresariales en sus explotaciones.

  Para las Administraciones:

  • Permite establecer, a priori, las partidas presupuestarias necesarias destinadas a cubrir parte de las primas a pagar por el sector agrario y de otra a cubrir el exceso de siniestralidad.
  • Al estar basado en criterios estrictamente técnicos y objetivos de tasación y valoración de siniestros, posibilita el ajuste de las indemnizaciones percibidas a los daños sufridos, evitando situaciones de injusticia que de otro modo podrían producirse, y reducir el coste económico y político dado que los criterios de distribución del pago de indemnizaciones es asumido por todas las partes.
  •  Finalmente, refuerza la solvencia económica de los propios asegurados, facilitando al poder utilizarse el seguro como garantía, la política crediticia del propio Estado.

 

Pedrisco viña. Aragón

En definitiva, ante los riesgos que afectan al sector agropecuario, el instrumento asegurador es la clave y es la mejor alternativa a una política de ayudas catastróficas. Además, los agricultores y ganaderos son tremendamente conscientes de lo necesario que es el Seguro Agrario, y cada vez más se entiende como un gasto fijo de la explotación, como lo demuestran los importantes niveles de implantación en los principales sectores productivos, y que conllevaron unas indemnizaciones en el Estado en 2.017 de 690 millones de euros (177.000 has. de cultivo reclamadas por siniestros causados por diferentes riesgos en Aragón en ese año)

 

Jesús P. Gerique
aGROSLab – Ecosistema Digital Agrario
jesusgerique@7edata.com

El Real Decreto 1311/2012 tiene por objeto “establecer el marco de acción para conseguir un uso sostenible de los productos fitosanitarios mediante la reducción de los riesgos y los efectos del uso de los productos fitosanitarios en la salud humana y el medio ambiente, y el fomento de la gestión integrada de plagas y de planteamientos o técnicas alternativos, tales como los métodos no químicos”, tal como queda recogido en la letra a) de su artículo 1.

La herramienta establecida por el RD para conseguir el uso sostenible de los productos fitosanitarios es la gestión integrada de plagas, y el elemento clave de la misma es la figura del Asesor, que además propiciará el uso seguro de los productos fitosanitarios.

Las funciones del asesor deberían quedar nítidamente recogidas en el artículo 11, referente al asesoramiento en gestión integrada de plagas. Sin embargo, entendemos que su figura queda algo desdibujada. Por un lado, el punto 1 de este artículo nos remite al anexo I para conocer los principios generales de la gestión integrada de plagas, anexo en el que reiteradamente se hace referencia a los usuarios profesionales, incluyendo, en el punto dedicado al seguimiento de los organismos nocivos mediante métodos e instrumentos adecuados, una escueta mención a las recomendaciones de asesores profesionalmente cualificados.

Por otro lado, de acuerdo a lo establecido en el punto 2 del mencionado artículo 11, el Ministerio publicó en su web los requisitos que debe cumplir la documentación de asesoramiento en el ámbito de la producción agraria, incluyendo su contenido mínimo. Este documento establece que “como consecuencia de los controles que el asesor lleve a cabo, basándose en las informaciones de las redes de vigilancia sanitaria que puedan establecerse, en la fenología del cultivo, en las condiciones climáticas, etc., el asesor comunicará al responsable de la explotación la medida de control sanitario que deba llevarse a cabo”, sin especificar nítidamente el modo en que esto debe materializarse, tal y como si ocurre en el anexo IX dedicado a los usos no agrarios. En concreto, el punto c) del anexo IX, titulado “contenido mínimo del documento de asesoramiento para usos no agrarios” incluye “en su caso, la prescripción del tratamiento o tratamientos que se deben realizar, especificando el producto o productos fitosanitarios más adecuados y sus posibles alternativas, con sus respectivas consideraciones sobre las dosis y las técnicas o tipos de equipos a considerar”.

La no concreción clara y rigurosa del papel del asesor en las prescripciones de las medidas de control sanitario, junto con la situación económica y laboral de la coyuntura actual, está generando en la práctica un efecto indeseado y pernicioso. La figura del asesor queda adulterada, convirtiéndose en un experto asistente en la cumplimentación del Cuaderno de Explotación. A partir de los hechos consumados (los tratamientos realizados previamente sin ningún tipo de asesoramiento), el asesor debe realizar un “ejercicio de malabarismo” para reflejar en el apartado correspondiente a los tratamientos del Cuaderno y/o el Documento de Asesoramiento los productos adquiridos por la explotación, de forma concordante a los usos autorizados para cada uno de ellos en el registro oficial del Ministerio, desvirtuando en la práctica el objeto que establece el RD.

Evitar esta situación solo será posible poniendo en valor la figura del Asesor. La concienciación de los responsables de las explotaciones de la relevancia del papel del asesor y los beneficios económicos, medioambientales y para la salud de los consumidores, derivados de su actuación, es un elemento fundamental para alcanzar un uso sostenible de los productos fitosanitarios en un plazo razonable.

Sin embargo, esta labor debe de ir acompañada de una modificación normativa que determine con mayor exactitud las funciones del asesor y, en concreto, la documentación y comunicación de las medidas fitosanitarias a aplicar, tanto de carácter químico como no químico, en este último caso mediante el documento de recomendaciones de alternativas no químicas.

En cuanto a las medidas químicas, deberán documentarse mediante la prescripción fitosanitaria, que debe convertirse en el único documento válido para la adquisición de productos fitosanitarios para aquellas explotaciones no exentas del Asesoramiento GIP, tal y como ocurre desde hace años con la receta veterinaria.

La implantación de esta medida tiene cierta complejidad y probablemente debe contemplarse un periodo transitorio. Sin embargo, es perfectamente factible el establecimiento de forma inmediata de la prescripción como elemento obligatorio de comunicación de las recomendaciones de tratamientos por parte del asesor al responsable de la explotación. Estas recomendaciones o prescripciones fitosanitarias deberán ser conservadas por el agricultor junto con su Cuaderno de Explotación, tal y como ya sucede con otros documentos, como las facturas de adquisición de productos fitosanitarios o los justificantes de entrega de los envases vacíos en los puntos de recogida.

Alternativamente, al efecto de reducir el volumen de documentos a conservar, y en consonancia con la implantación de las nuevas tecnologías en el sector, consideramos necesario incorporar en el Cuaderno de Explotación y/o en el Documento de Asesoramiento un registro de las prescripciones fitosanitarias, que deberá ser validado mediante firma por el Asesor. Este registro podría sustituir la obligatoriedad de la validación de los tratamientos por parte del asesor, tratamientos que quedan fuera de su ámbito de actuación y control y que, en algunos casos, puede generar conflictos profesionales con los responsables de las explotaciones.

F. Javier García Ramos
Departamento de Ciencias Agrarias y del Medio Natural
Escuela Politécnica Superior de Huesca - Universidad de Zaragoza

Durante los últimos años, las explotaciones agrícolas han evolucionado hacia una gestión cada vez más profesional, sobre todo en el caso de cultivos con mayor rentabilidad económica, que se ha basado, en gran parte, en la disponibilidad de información fiable sobre los principales aspectos que condicionan el cultivo: climatología, características físicas y químicas de los suelos, necesidades hídricas de los cultivos, estado vegetativo del cultivo, presencia de plagas, rendimientos, etc.

Para ello, ha sido fundamental la utilización de tecnologías capaces de registrar dicha información, mediante la implementación de sensores embarcados en máquinas que se desplazan sobre la parcela, ubicados en el cultivo, en el suelo o en vehículos aéreos y satélites. Todo ello con el apoyo de sistemas de geolocalización (GPS) para poder asociar la información de los sensores a una zona determinada de la parcela.

A nivel tecnológico, la disponibilidad de información puntual sobre los parámetros del cultivo ha permitido el desarrollo de la agricultura de precisión que consiste en poder manejar de forma diferenciada zonas o áreas de una parcela agrícola aplicando insumos (riego, fertilizantes, fitosanitarios, etc.) con dosis variables en función de las necesidades del cultivo.

La implementación de dicha técnica se apoya en dos pilares: a) prescripciones georreferenciadas de dosis a aplicar basadas en la información aportada por los sensores; b) máquinas agrícolas capaces de aplicar dosis variables de insumos.

Sensor óptico CropSpec de Topcon ubicado en cabina de tractor, para la medida de índice de vigor y aplicación de fertilizante con dosis variable en tiempo real.

Así, la agricultura de precisión se ha ido abriendo camino durante los últimos años. La determinación de parámetros del cultivo y del suelo se realiza principalmente utilizando sensores ópticos, células de carga, sensores acústicos, sensores electromagnéticos, etc. Actualmente existen sensores para la medida de parámetros del suelo (humedad, propiedades físicas, materia orgánica, …), del cultivo (vigor, cantidad de biomasa, rendimiento, presencia de plagas y malas hierbas, distribución superficial, …) y de la parcela (geometría).

Como ejemplo, están muy extendidos los sensores ópticos para la medida de la radiación reflejada en el espectro visible, infrarrojo, radiación multiespectral, hiperespectral, térmica, etc. Una de las mayores líneas de trabajo es la utilización de estos sensores ubicados en satélites, vehículos tripulados y drones, principalmente destinados a la obtención de imágenes térmicas para medir estrés hídrico y a la obtención de parámetros de vigor del cultivo basados en la mayoría de los casos en la obtención de índices como el NDVI (normalized difference vegetation index) que relaciona las reflectancias en las bandas del infrarrojo cercano y del rojo. En base a este índice, por ejemplo, se pueden tomar decisiones sobre dosis de fertilización a aplicar al cultivo. También pueden ir equipados a bordo de tractores u otros vehículos que se desplazan por la parcela.

Adicionalmente, los fabricantes de maquinaria agrícola, han implementado en sus equipos (sembradoras, abonadoras, pulverizadores, etc.) sistemas de aplicación variable de insumos basados en la introducción de motores eléctricos, electroválvulas, sistemas de conteo de semillas, etc. Esta dosificación variable también engloba a los sistemas de riego que, en función de su nivel de sectorización, permiten aplicar dosis de riego diferenciadas así como fertilización líquida.

Por lo tanto, la situación actual es que disponemos de la tecnología para realizar agricultura de precisión y que algunas explotaciones ya la están realizando con éxito, aunque no de forma generalizada. Y para que se realice con éxito es necesario disponer de tecnología pero también es imprescindible “conocimiento agronómico”. En este sentido, la información obtenida con un sensor a bordo de un dron o de un tractor debe ser analizada por técnicos con la capacidad de transformar esa información en prescripciones, para lo que es necesario capacitación e información adicional sobre otros parámetros de la explotación agrícola en cuestión. Por ejemplo, ¿debo aplicar mayor dosis de fertilizante a las zonas que presentan mayor o menor NDVI?. Para responder a esta pregunta es necesario conocer, además del índice NDVI, la tipología del suelo en las diferentes zonas de la parcela, los rendimientos asociados a dichas zonas, etc., y, en base a toda esa información, tomar una decisión fundamentada que puede ser diferente a la de la parcela de al lado.

Y cuando la agricultura de precisión todavía no está generalizada ya estamos inmersos en el concepto Agricultura 4.0. Y, lógicamente, el sector se pierde con tanta terminología. ¿Qué es Agricultura 4.0?, ¿es lo mismo que Agricultura de Precisión?, ¿está relacionada con el concepto de Industria 4.0?,….

Hay muchas definiciones de Agricultura 4.0. Citaré algunas proporcionadas por expertos del sector de la tecnología agrícola. En palabras de Alfonso Lorenzi, gerente de marketing táctico de John Deere, “La agricultura 4.0 es la digitalización del campo. La base del autoguiado de las máquinas y de su geolocalización es el GPS, pero si a la máquina le ponemos sensores somos capaces de hacer mapas de información muy precisos. Si toda esa información la ponemos en la nube y al analizamos, hemos llegado a la digitalización del campo”. Otra posible definición es la aportada por José Arroyo, director de recambios y homologaciones del grupo SDF, “Es hacer uso de las herramientas que ya teníamos hasta ahora para la agricultura de precisión, como el guiado automático, el control de los aperos, la comunicación entre estos y el tractor, agrupar todos estos datos y gracias a internet subirlos a la nube para que el agricultor o el agrónomo puedan ajustar mejor sus trabajos”.

La agricultura 4.0 se basa, por lo tanto, en disponer de toda la información suministrada por la gran cantidad de sensores que “coexisten” en una explotación agrícola, poder centralizarla a través de internet y permitir la toma de decisiones inteligentes basadas en dicha información, bien en tiempo real, bien en diferido. Podríamos decir que es la aplicación del bigdata al sector agrícola con el apoyo de sistemas de captación y transmisión de datos en tiempo real.

Robots MARS (Mobile Agricultural Robot Swarms) desarrollados por Fendt, con navegación por satélite y gestión de datos en la nube, para la siembra autónoma de precisión en maíz.

¿Está el sector preparado para este salto? Mi opinión es que, no de forma generalizada pero sí para algunos casos y sectores, y que contamos con un número significativo de explotaciones en los que dicho salto ya se ha dado. Lógicamente este tipo de tecnología va ligada a explotaciones muy profesionales, a empresas de servicios, a dimensiones adecuadas de parcelas, a la existencia de variabilidad dentro de la explotación, etc. Y, sobre todo, a la formación, a disponer de personal cualificado en las explotaciones, y a la interpretación y gestión de la información de manera adecuada.

Pero para conseguir que estas tecnologías se generalicen y afiancen es imprescindible evitar dar pasos en falso. Es muy sencillo implementar sensores y obtener datos, pero al agricultor no hay que aportarle solo datos, hay que aportarle soluciones, si no, se producirá un rechazo a esta tecnología que retrasará la, por otro lado inevitable, introducción de la misma en el sector agro.

 

Miguel Lanau Martínez
Protección Técnica Natura S L
lanau.miguel@gmail.com

Hoy en día disponemos de avanzadas tecnologías en materia de visualización y control de cultivos, me refiero a los aparatos aéreos teledirigidos más conocidos como drones y las imágenes de satélite.

Comenzando con el dron, cabe decir que tras varias mejoras sustanciales llevadas a cabo conforme se perfeccionaba dicha tecnología, en aspectos clave como son la resolución de las cámaras, autonomía de vuelo, maniobrabilidad y respuesta del dron etc tenemos ante nosotros una herramienta muy potente que sin embargo ha encontrado una claro competidor el cual es la imagen de satélite.

El uso del drón debe contemplarse como una herramienta más a disposición del técnico oportuno o agricultor para realizar diversos check points a lo largo del cultivo, y nunca como herramienta definitoria como para la toma de decisiones que implique efectos a medio o largo plazo sobre el cultivo. Las imágenes que te provee el dron en su vuelo no son sino una foto estática del cultivo, hecha en un día y hora determinado, lo cual es muy interesante desde el punto de vista de localizar problemas puntuales por ejemplo con el riego, problemas edáficos, comienzo de síntomas asociados a plagas o enfermedades.. que de otro modo serían muy difíciles de detectar a su tiempo debido o bien al tamaño de parcela o al tamaño del cultivo ( maíz, sorgo, arbolado). Aparte de que no es viable ni en tiempo ni en forma realizar diariamente un vuelo completo sobre las parcelas objeto de control. Con el dron, lo que se consigue es una rapidez mucho mayor que si tuviéramos que recorrer la parcela a pie. Por supuesto que hay diversos síntomas de problemas fitopatológicos que no son apreciables desde la imagen de un dron, y requieren la inspección visual in situ del técnico correspondiente y su desplazamiento hasta la zona afectada.

Por otra parte, la utilización de este tipo de aparatos voladores requieren de cierta inversión inicial en la adquisición del mismo y un curso de piloto, además de ciertas restricciones de su uso reguladas en normativa, lo que podría provocar cierto rechazo inicial a la hora de implementar la tecnología en la explotación.

Volviendo al satélite, el control de los cultivos es casi permanente, y digo casi porque ya existen plataformas de pago que son capaces de proveer imágenes con resoluciones muy aceptables cada 2-3 días y eso durante todo el año. El único “enemigo” del satélite son los días con nubosidad, que lógicamente anula la capacidad del mismo.

La base de la imagen de satélite son los índices vegetativos y RGB que te permiten localizar y detectar cualquier tipo de problema, en principio no determinado hasta su posterior inspección in situ de la zona afectada, lo que provocará que el índice vegetativo disminuya y de una señal de que algo está pasando (plaga, enfermedad, riego, nutrición..).

Además, con dicha tecnología, puedes adquirir y tratar datos para su posterior uso en programas de riego o fertilización variable. Es decir, existen relaciones matemáticas entre índices vegetativos y necesidades nutricionales y de riego en cultivos.

Con la imagen de satélite, la ventaja frente al dron reside en que desde una pantalla de ordenador o tablet conectada a la red, te permite visualizar una concatenación de imágenes sucesivas a lo largo de un periodo de tiempo el cual lo determinas a voluntad, digamos que es una imagen dinámica, un video de la evolución del cultivo desde la siembra o rebrote hasta su recolección o madurez. Por ello, la visión global del ciclo biológico del cultivo es mucho más amplia, con más perspectiva.

Finalizando, no estoy diciendo que la tecnología del dron se haya quedado fuera de la carrera en la nueva agricultura del futuro, sino que hay que valorar bien, con sus pros y contras, la mejor opción para la implementación de una tecnología u otra en la explotación, y saber de antemano sus condicionantes para su posterior uso, decantándose por una o por otra en función de la versatilidad y polivalencia.

Alicia Cirujeda
Unidad de Sanidad Vegetal
   Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA)
Instituto Agroalimentario de Aragón (IA2)

El conocido refrán “Mala hierba nunca muere” refleja muy sabiamente lo que observamos en nuestros campos. Desde que existe la agricultura y mientras siga existiendo crecerán plantas no deseadas en nuestros campos. Sólo se escapan aquellos cultivos que crecen sobre sustratos aislados (por ejemplo, los tomates hidropónicos) o aquellas hortalizas que se nutren por fertirrigación sobre arenas en los invernaderos. Pero en el resto de situaciones, las plantas arvenses germinan y crecen junto a nuestros cultivos.

Primera pregunta: ¿tenemos entonces siempre las mismas hierbas?

No. El refrán se refiere a “malas hierbas” de modo genérico, se refiere a que siempre habrá alguna especie que nos “dé la lata”. Pero pueden ir cambiando, también a lo largo del tiempo. Por ejemplo, los molestos cardos que nuestros abuelos arrancaban manualmente antes de la cosecha del cereal para evitarles pinchazos a los segadores hoy día mueren con facilidad empleando herbicidas hormonales comúnmente utilizados desde los años 50.

Segunda pregunta: ¿es malo que haya plantas arvenses en nuestros campos?

La respuesta es “depende”. Si nacen especies que compiten poco con nuestro cultivo porque acaban su ciclo pronto o porque son muy pequeñitas y apenas necesitan espacio, agua o nutrientes, no apreciamos aspectos negativos en ellas. Pero si se trata de especies bien adaptadas a las condiciones del cultivo y que crecen deprisa, entonces sí podemos decir que nos molestan porque provocan mermas en el rendimiento. En general, si hay un conjunto de especies, pocas veces solemos tener un problema grave; en cambio, si estamos ante infestaciones monoespecíficas, muy posiblemente haya que ocuparse del tema en profundidad.

Tercera pregunta: ¿en qué condiciones aparecen especies de malas hierbas muy competitivas?

Las especies más competitivas suelen ser aquellas que son capaces de crecer muy deprisa usando los recursos disponibles para el cultivo con mucha eficacia. Sorprendentemente no son muchas especies, ya que hay muchísimas otras plantas especializadas en crecer sobre suelos pobres. En esos casos los fertilizantes reducen su biomasa e incluso sus tasas de reproducción. Las malas hierbas “importantes” suelen atesorar otra característica: ser capaces de adaptarse a los métodos de control que usamos. Hoy día, para cada cultivo solo contabilizaremos unas dos o tres especies especialmente dañinas. Por ejemplo: en cereal de invierno la mayoría de esfuerzos en gran parte de España se orientan a controlar Lolium rigidum, Papaver rhoeas y/o Avena sterilis subsp. ludoviciana. En los tres casos se trata de malas hierbas que aprovechan agua, luz y fertilizantes rápidamente y que, además, presentan poblaciones resistentes a los herbicidas. Su control se hace cada vez más complicado.

Fuerte infestación de Avena sterilis en trigo.

Cuarta pregunta: ¿cómo conseguir que no se instalen aquellas especies agresivas y muy competitivas para nuestros cultivos?

Esta pregunta es difícil de contestar porque la respuesta es múltiple: debemos de hacer varias cosas para evitar tener “super malas hierbas”, que es como se están denominando actualmente ciertas poblaciones de Amaranthus palmeri en Estados Unidos. Estas plantas son resistentes al herbicida glifosato (utilizado repetidamente en cada campaña sobre maíz o soja tolerantes al mismo herbicida) y que, como hemos comentado, aprovechan muy bien los fertilizantes y son tremendamente prolíficas. Entonces, ¿qué debemos de hacer para evitar estos casos? Vamos a dar varias respuestas. Por un lado, es conveniente implantar un cultivo lo más adaptado posible a las condiciones locales. Esta aparente generalidad agronómica es ciertamente relevante. Segundo: proporcionarle al cultivo lo que necesita: densidad adecuada, profundidad de siembra adecuada, etc. para que se establezca lo antes posible. Tercero: utilizar técnicas agronómicas lo más variadas posibles. Entre estas técnicas más discretas se encuentra la rotación de cultivos. La PAC con su greening promueve que los agricultores añadan algo de diversidad en sus fincas, la cual debería de conllevar también una diversificación de las prácticas agronómicas en las parcelas. Diversificación de prácticas agronómicas significa aportar perturbaciones en el campo, y cuanto más variadas sean, menos posibilidades tendrán las malas hierbas. Yendo al grano: conviene tener cultivos con diferentes fechas de siembra, realizar el laboreo en diferentes momentos (el apropiado para cada cultivo), sembrar en diferentes marcos de siembra, etc.

Lo ideal, no siempre posible, sería integrar cultivos de siega (forrajes) para así eliminar malas hierbas antes de la producción de semillas. No es casualidad de que los alarmantes problemas de resistencia citados en Estados Unidos y Argentina pero también los de Alopecurus myosuroides resistente en Reino Unido estén produciéndose en zonas donde ya no hay ganadería y, por lo tanto, han desaparecido los cultivos de forrajes de las rotaciones. No estamos sugiriendo “volver a las cavernas” pero la realidad nos está enseñando que es en los agroecosistemas extremamente simplificados y alejados de la ganadería donde aparecen estas “superweeds”. A nuestro nivel tenemos también un ejemplo similar en Aragón: Salsola kali (la capitana) abunda demasiado en los rastrojos de cereal, sobre todo desde que la cabaña ovina ya no da abasto para pastar estos rastrojos. Cada zona deberá encontrar la solución a su mala hierba más preocupante, pero lo que está claro es que esa solución pasará por diversificar.

Quinta pregunta: ¿es entonces posible una convivencia con las malas hierbas en una agricultura de elevados rendimientos?

La respuesta es de nuevo “depende”. Las malas hierbas están actualmente poniendo en jaque los modelos de producción agraria más simplificados. Cuando una especie amenaza nuestra rentabilidad de tal manera como hemos descrito es ya necesario un cambio radical de las técnicas de cultivo utilizadas: las parcelas más afectadas pasan por barbechos, siegas y transcurrirán años hasta poder volver a sembrar el mismo cultivo y esperar tener un cierto rendimiento.

Pero muy ciertamente no se tendría que llegar a esas situaciones y en muchas zonas del planeta la situación no es tan extrema. Lo que está claro es que cuanto más insistamos en controlar una especie en concreto, más se adaptará. Ejemplos: en los años 90 preocupaban las poblaciones de Lolium rigidum de Australia resistentes a dos o tres modos de acción; tras décadas de seguir intentando controlarlas únicamente con herbicidas, sin cambios de cultivo, en la actualidad hay poblaciones resistentes a casi todos los modos de acción. Ejemplos de malas hierbas “duras” no nos faltan: Conyza spp. resistentes a glifosato en frutales; Cyperus rotundus en cultivos hortícolas que atraviesan los acolchados plásticos y, al quedarse como única especie, proliferan enormemente; plantas parásitas en girasol, tomate, leguminosas. Pero también tenemos ejemplos de agricultura intensiva menos simplificada con menos problemas: en el valle del Ebro la rotación alfalfa, maíz, trigo que, bien llevada, es estupenda desde el punto de vista malherbológico. Es cuando se abusa del cultivo que más rinde económicamente (maíz) cuando aparecen los problemas.

Infestación monoespecífica de Cyperus rotundus en tomate.

Los retos que nos presentan estas plantas en la actualidad a los agricultores, técnicos y malherbólogos, son, desde mi punto de vista, de creatividad: conocemos las características biológicas de la mayoría de especies y, por lo tanto, las técnicas de control que minimizan su abundancia. Pero lo que cuesta es conseguir aplicar los métodos en los contextos actuales en los que los agricultores tienen escasos márgenes económicos, poca mano de obra y muchas limitaciones regulatorias.

Tal vez nos falte observar un poco más la naturaleza para llegar a esa creatividad. Las plantas llevan sobreviviendo a incendios, glaciaciones, pisoteos, depredación, etc. desde hace más de 100 millones de años… Es cierto, “mala hierba nunca muere”.

Juan Barriuso Vargas
Departamento de Ciencias Agrarias y del Medio Natural.
 Escuela Politécnica Superior de Huesca - Universidad de Zaragoza
Instituto Agroalimentario de Aragón (IA2)

 

Esta es una frase que poco a poco se va repitiendo más veces cuando empieza la “temporada de caza” y de consumo. Son eventos que las REDES de información o la sociedad en general consideran interesantes o al menos curiosas. Sin embargo, siempre hay un pero si preguntamos al ciudadano diana de esa información por sus conocimientos sobre este tema sus respuestas suelen defraudarnos.

Los reportajes y los escritos sobre el tema pueden considerarse de un buen nivel, tanto científico como divulgativo. Los protagonistas son cocineros, profesionales de la truficultura, científicos y aficionados con ciertos conocimientos sobre el tema (micólogos, seteros, etc.). Las imágenes presentadas son muy curiosas e impactantes en muchas ocasiones y aun así el conocimiento de la trufa y de la truficultura no llega a cuajar del todo en el consumidor.

Si se me permite voy a dar mi opinión al respecto sin ninguna intención de sentar cátedra. Intentaré sintetizar en pocas palabras la experiencia acumulada a lo largo de más de 25 años de investigación y experimentación sobre este tema. Desde que se empezó la domesticación de la trufa en Francia a finales del siglo XIX, hasta su llegada a España a mediados de la segunda mitad del siglo pasado, no ha transcurrido suficiente tiempo transcurrido como para que este producto se haya integrado en nuestra cocina. Aquí necesitaría hacer una salvedad, en el país vecino existe tradición trufera. Tienen una larga experiencia en su uso culinario desde la edad media. No ocurre así en España, que es un país advenedizo en el uso de este hongo exquisito, aunque por su situación geográfica y ecología es el referente actual de la producción trufera, tanto silvestre como cultivada. Esta casualidad ha dado lugar como consecuencia a una actividad económica emergente muy valiosa. De paso que esa trufa se exportaba principalmente a Francia, en España se empezaba a apreciar en algunas cocinas. ¿Por qué la trufa no termina de calar en nuestro territorio?. Por falacias, errores intencionados o no y una falta de cultura gastronómica del ciudadano. La información que se recibe es que es un producto (rara vez se reconoce que es un hongo del suelo) muy caro y difícil de cocinar. Que es difícil de encontrarla fresca en el mercado (eso es bien cierto) y que dura muy poco en el frigorífico. Bueno parece que son todo desventajas para que a pocas personas se les ocurra entrar en este juego. A partir de estos antecedentes las trufas no se compran y no se utilizan más que en restaurantes de élite. Desde luego hay excepciones de establecimientos que las tienen en sus menús muy bien usadas, pero suelen ser los que ya tenían cierta tradición por localizarse ellos mismos en zonas de trufa silvestre (sobre todo en las provincias de Soria, Huesca, Castellón y por supuesto Teruel).

Desmontando estos equívocos.

, una trufa de 30g (imagínense del tamaño de una pelotita de golf) viene a costar en fresco unos 30-40€. Con esa cantidad se podrán aromatizar (la trufa es solo un aroma) los platos de una cena familiar o de amigos. Nos gastaremos posiblemente más en el vino y los licores. Si se dice que la trufa estaría a 1.300€/kg parece un producto inasequible, pero nadie, compra esa cantidad.

, eso es cierto, pero se puede conseguir, aunque sea bajo pedido en tiendas especializadas. Hay que hacer un esfuerzo por parte de todos para acercarla al consumidor puesto que nuestra cuota de mercado casi no está explotada.

, la trufa se compra y se debe consumir en un tiempo breve, pero se conserva bien en el frigorífico, en un recipiente cerrado si se airea todo los días. Hay suficiente información en internet sobre este tema.

o de usar en la preparación de platos. Nada más lejos de la realidad porque para apreciarla si no se conoce, las recetas más simples son las mejores: trufa laminada con aceite en rebanadas de pan tostado, huevos con trufa, solomillo con trufa, mayonesa, crema, arroz trufado, son algunas de las que he usado para dar a conocer este manjar a mis amigos. De nuevo la en la RED hay multitud de estas recetas y desde luego en libros de cocina especializados para los siguientes pasos.

En Aragón, por ser la única Comunidad con todas sus provincias productoras de trufa, tanto silvestre como cultivada, ha habido desde siempre, y hay en la actualidad un gran interés en la Administración y entre los productores en potenciar este producto, tanto en su vertiente investigadora como divulgativa. Es solo una cuestión de tiempo para que el consumo de la trufa se consolide.

Teruel pasa por ser la provincia de mayor producción silvestre y cultivada con casi 7.000ha en cultivo y más del 80% de la superficie total de la provincia óptima para la producción. Además se se considera coma la de mayor calidad de todo el mundo. Huesca con casi 1.000ha de cultivo y también varios cientos de miles de potencialidad trufera le sigue con una calidad comparable y Zaragoza, con menos de 400ha cultivadas en la Ibérica y con casi medio millón de hectáreas óptimas para su cultivo está despuntando con unas propiedades organolépticas inmejorables.

Así, con estos antecedentes debemos esperar que este cultivo y este producto sirva de promotor de nuestra región, es un privilegio poder contar con la trufa y debería ser un producto emblemático de nuestra tierra. Tenemos potencial para maridarla con buenos vinos y mejores viandas que harán las delicias de cualquier consumidor que se acerque a la trufa.

 

 

Mariano Vidal Cortés
Laboratorio de Maquinaria Agrícola
Escuela Politécnica Superior de Huesca - Universidad de Zaragoza

La aplicación de estiércoles en las parcelas de cultivo es una práctica que se viene utilizando desde los orígenes de la agricultura, aprovechando los nutrientes de los mismos y cerrando el ciclo, pues los animales comen el vegetal, y tras ser procesado en su organismo, es devuelto al campo como "alimento" del nuevo cultivo. Sin embargo, en la actualidad nos encontramos con casos de aplicaciones de estiércol en parcelas agrícolas que causan molestias (olores) e impactos ambientales (contaminaciones de acuíferos y cauces de agua,...). Fundamentalmente, la problemática más acusada es en la aplicación de estiércol líquido, el conocido purín, debido al  gran número de explotaciones de porcino existentes en el territorio (favoreciendo la vertebración del territorio, fijando población en el medio rural), a la no adecuación de los equipos de distribución del purín en campo para conseguir distribuciones homogéneas y al desconocimiento de la composición del purín en cada una de las explotaciones ganaderas donde se produce. Sin duda, es un problema que se debe solucionar, considerando el purín como un fertilizante de composición conocida.

Uno de los factores que influyen de forma importante en la eficiencia de la gestión, es el transporte del producto desde el lugar de producción (granja) hasta el punto de aplicación (parcela agrícola), encareciendo la distribución del purín. Sería conveniente realizar manejos de los animales en la granja reduciendo los consumos de agua excesivos, de esta forma se transportarían las  mismas unidades de nutrientes, en mayor concentración, y por lo tanto se reduciría el número de trayectos a realizar, y en paralelo su coste.

El conocimiento de la composición del purín en cuanto a nutrientes es fundamental. Se debe acabar de dar el salto en el concepto de dosificación, dejando atrás los m de purín aplicados en una hectárea (m/ha) y hablando de kg de nutrientes (el más usado es el Nitrógeno) distribuidos en la hectárea (kgN/ha). Lógicamente, esto conlleva conocer la concentración de este elemento en el purín, y por lo tanto, el primer escalón en este sentido, sería realizar la analítica del purín producido. Esta concentración dependerá de una explotación a otra, y dentro de la misma explotación de las épocas de año y de las propias variables del manejo de la misma. Es decir, en cada punto de carga, periódicamente, se debería contar con la analítica correspondiente. Existe en el mercado metodología y equipamiento lo suficientemente preciso y rápido como para que ello sea viable.

Finalmente, el último factor que interviene en la cadena de distribución del purín en el campo es el equipo de aplicación. Las conocidas cisternas o cubas de purín, bien sean arrastradas por tractor agrícola o autopropulsadas, cargan el purín en la granja, lo transportan a la parcela y lo distribuyen en la misma. La mayoría de los equipos utilizados en la actualidad son todavía de distribución mediante plato. En estos casos, existen estudios que demuestran que más del 30% del N que posee el purín en la cuba no llega al suelo, por lo tanto, se está perdiendo un nutriente en cantidades no despreciables. Además, en ensayos de uniformidad de distribución, con este sistema de plato, se obtienen perfiles de distribución transversal, a partir de los cuales es muy difícil obtener homogeneidad en la misma. Estos dos aspectos (conocimiento de la concentración de nutrientes en el purín y sistema de distribución en campo) son los causantes en gran medida de los molestos olores (evaporación) y de la contaminación de aguas (distribución muy heterogénea).

Foto 1

Para solventar, en la medida de lo posible estos dos problemas, se debe recurrir a aplicaciones con equipos dotados de sistemas de distribución en superficie mediante rampas de tubos (foto 1), para posteriormente enterrar el purín, o mediante inyección al terreno directamente  mediante reja (foto 2) o disco. Con ellos se pueden conseguir distribuciones lo suficientemente homogéneas para que no haya contaminación de aguas, si se aplica a las dosis correctas, ni malos olores si se procede al enterrado, en caso de que el tipo de cultivo y su estado vegetativo lo permita.

Foto 2

En el mercado se comercializan distintos sistemas de distribución con estas finalidades, instalados en equipos que pueden ir dotados de la última tecnología en aplicación de dosis variable. Para ello, incorporan sensores que proporcionan información acerca de la concentración (c) de nutrientes (N) en el purín, del caudal de purín (Q) saliente de la cuba y de la velocidad (v) real de desplazamiento. Conocida la anchura (a) de aplicación, el propio equipo, a través de un procesador que lleva incorporado, acciona de forma autónoma la valvulería necesaria para variar el caudal, con la finalidad de mantener constante la dosis (d) de N aplicada. La expresión que relaciona estos parámetros es:

 

Como se ha comentado anteriormente, la mayoría del parque de cisternas de purín en nuestro país es de distribución mediante plato. Tras la entrada en vigor del RD 980/2017 el pasado  de enero de 2018, estos sistemas de distribución no se pueden utilizar en los casos de recibir ayudas de pagos directos, determinadas primas anuales de desarrollo rural, o pagos en virtud de determinados programas de apoyo al sector vitivinícola. Las distintas Comunidades Autónomas han reglamentado la puesta en marcha de esta medida en sus respectivos territorios, y el Ministerio ha convocado en 2018 ayudas de plan renove de maquinaria orientadas exclusivamente para este tipo de equipos, ya sea renovación del equipo completo o exclusivamente de sustitución del sistema de distribución. En los casos de renovar solo el sistema de distribución, sustituyendo el plato por otro sistema de los permitidos, se debe tener en cuenta, dependiendo del sistema implementado, la reglamentación de industria y de tráfico por si fuera de aplicación. La instalación de estos sistemas de distribución puede llevar consigo, cambios en las dimensiones finales del remolque, en sus pesos, o dificultar la visión de los dispositivos de señalización (luces de frenado, de posición, intermitentes,...). Así pues, en la mayoría de los casos, la documentación requerida para la ITV será: marcado CE del sistema de distribución implementado, Proyecto técnico de la reforma, Certificación final de obra, Informe de conformidad y Certificado del taller. El visto bueno final de la Estación de Inspección Técnica de Vehículos debe ser dado por una instalación fija.

Esta renovación de los equipos de aplicación de purín (total o parcial),  es necesaria para realizar aplicaciones causantes de menos molestias que las actuales a través de platos, y más homogéneas en toda la superficie. Si además las aplicaciones se realizan conociendo la composición en nutrientes del purín, y se aplican las dosis de los mismos que necesita cada cultivo y sin sobrepasar los límites normativos, el purín se estará usando como un fertilizante, disminuyendo el impacto ambiental y la dosis de fertilizantes químicos aplicados, y por lo tanto, la inversión en inputs necesarios para el cultivo.

Gabriel Sevillano Jiménez
SUEZ Agriculture S. L.
gabriel.sevillano@suez.com

Desde Marco Tulio Cicerón (106-43 a.C.) en su conocida frase “la agricultura es la profesión propia del sabio, la más adecuada al sencillo y la ocupación más digna para todo hombre libre”, hasta el Papa Francisco quien aseguró que “de verdad no hay humanidad sin cultivo de la tierra; no hay vida buena sin el alimento que esta produce para los hombres y mujeres de cada continente”, ambas figuras destacan la capital importancia de la agricultura.

Sin embargo, en la actualidad los agricultores se enfrentan a una serie de retos que condicionan el desempeño de sus labores.

¿A qué retos se enfrentan los agricultores?
Desde la elección del tipo de cultivo hasta su recolección, en el ciclo de producción agrícola existen muchas fases que requieren de la atención y el cuidado de un profesional entregado, capaz de resolver imprevistos de cualquier tipo, y que disponga de las herramientas tecnológicas e infraestructuras óptimas.

Los principales retos en estas fases son: mejorar la calidad de vida del agricultor, la gestión de los recursos, conseguir mayor eficiencia, obtener mayor rentabilidad a los cultivos y el cambio climático, entre otros.

La modernización de regadíos: la respuesta a los retos del agricultor
Durante las Jornadas Profesionales San Isidro 2018 celebradas por el Ayuntamiento de Épila (Zaragoza) tuve la oportunidad, en calidad de gerente de Agricultura en SUEZ Agriculture, de realizar una ponencia dirigida a Comunidades de Regantes con el título «Etapas de la modernización del regadío». Tanto los ponentes como los asistentes a la Jornada convenimos que “la modernización de regadíos es importante y merece la pena invertir en ella”.

Aumento de la calidad de vida del agricultor
Una modernización de regadíos exige que previamente se haya realizado una correcta concentración parcelaria. Mediante la concentración parcelaria se elimina la dispersión de pequeñas parcelas, repercutiendo directamente en un beneficio para el agricultor ya que puede agrupar y organizar de manera más eficiente las labores a realizar en sus cultivos, ahorrando en costes económicos.

La modernización de regadíos por lo tanto mejora la calidad de vida de los agricultores porque elimina la necesidad de trasladarse entre parcelas distantes. Además, al permitir automatizarse los procesos de riego el agricultor puede disponer de un valioso tiempo que antes hubiese necesitado para atender los sistemas de riego tradicionales.

Gestión de los recursos
El trabajo agrario requiere una gran cantidad de suministros para su correcto funcionamiento. No podemos pensar únicamente en la compra de materiales, también es necesario tener en cuenta todos los insumos que hay que aportar para obtener el resultado de una buena cosecha; agua, energía, fertilizantes, fitosanitatios, etc.

En situaciones de escasez de agua, como a la que nos tocó enfrentarnos la campaña de riego del año pasado, se hace mayor hincapié en la necesidad de optimización de los recursos y el uso más eficiente del binomio agua – energía.

A la vista del imparable crecimiento demográfico de la población mundial y considerando la realidad de que la superficie de tierra productiva es finita, estamos obligados como sociedad a producir más con menos recursos. Esto se evidencia cuando se emplean sistemas de riegos eficientes, como el goteo o la aspersión, mediante los cuales se consiguen obtener más kilos de alimentos utilizando los mismos recursos.

La modernización de regadíos permite una gestión mejorada del consumo de agua. A través de un uso mucho más localizado y mejor medido, el agricultor puede conocer al detalle cuánta agua necesita utilizar y distribuirla con mayor precisión.

Conseguir mayor eficiencia
Esta es una de las principales razones por las que la modernización de regadíos se plantea como una solución para los campos de cultivo.

Estudios internacionales (FAO) revelan que la pérdida de agua desde que sale del embalse hasta que llega a la finca es de entorno un 50 - 60 %, por lo que se hace fundamental una correcta gestión de riego, optimizar las infraestructuras y canalizaciones, tanto desde el embalse a la finca, como en la propia explotación para lograr una mayor eficiencia en el uso del agua.

Para producir una manzana con regadío a manta (inundación) se consumen 70 litros de agua, cantidad que baja a 17 litros por manzana cuando se apuesta por un regadío optimizado con riego por goteo y la aplicación de sensores y tecnología que, además, “aumenta las producciones y mejora su calidad”.

La modernización de regadíos permite una gestión del agua mucho más eficiente y, por tanto, unos cultivos más provechosos y productivos. Una importante ganancia para los agricultores.

Obtener mayor rentabilidad a los cultivos
Desde Fenacore (Federación Nacional de Comunidades de Regantes de España) se defiende que una hectárea de regadío produce seis veces más que una de secano y genera una renta cuatro veces superior. Además los ingresos son más altos debido a la mayor diversificación de producciones, ya que evita el riesgo de monocultivo de secano.

Por otro lado, la tecnología aplicada a los regadíos modernos permite ahorros en la finca, ya que solo se aporta el agua necesaria y en el momento en el que la planta más lo necesita.

La modernización de regadíos permite que el consumo de agua y demás insumos puedan ajustarse notablemente, reduciendo el gasto asociado, por lo que el agricultor puede obtener un mayor rendimiento económico de sus producciones.
 
Cambio climático: el agricultor, principal defensor del medio ambiente
La anterior Directora General de Desarrollo Rural y Política Forestal del Ministerio, Esperanza Orellana, comentaba que el uso de la tecnología y la modernización de regadíos son “imprescindibles” en un escenario como el actual de sequía, agudizado por el cambio climático, “en el que es necesario adaptarse a una mayor irregularidad en las precipitaciones”.

Desde el punto de vista más pragmático, el agricultor es el principal interesado en la defensa del medio ambiente; su sustento está ligado a la tierra que cultiva.

La figura del agricultor representa en la actualidad al mayor combatiente contra la despoblación del medio rural, ya que desempeñando sus labores genera actividad en los pueblos y garantiza su supervivencia. Al evitar el abandono de las tierras se realiza un mantenimiento preventivo frente a los temidos incendios. Además, la creciente presión de los distintos organismos internacionales fuerza  un viraje a técnicas más sostenibles en los próximos años.

La modernización de regadíos permite  adecuarse a las legislaciones climáticas impuestas por la Unión Europea.

Conclusión
En mi opinión, la situación actual del agricultor requiere de la tecnificación y profesionalización del sector, empleando sistemas de regadío más eficientes que permitan las sostenibilidad económica, social y medioambiental de la agricultura.

En este sentido, se organizan jornadas, congresos y demás encuentros entre las distintas comunidades de regantes, donde el tema principal de debate lo ocupa la modernización de regadíos, como ocurrió en la XX Jornada Informativa de Riegos del Alto Aragón.

Dicho esto, en SUEZ Agriculture acompañamos y asesoramos a los empresarios agrícolas en todo el proceso de modernización de regadíos, por lo que pueden contar con nosotros como aliados en la actualización de sus campos.

Maria Jesús Rodríguez Yoldi
Departamento de Farmacología y Fisiología.
 Facultad de Veterinaria - Universidad de Zaragoza
Instituto Agroalimentario de Aragón (IA2)

En los procesos agroalimentarios y forestales se generan residuos cuyo valor potencial es elevado aunque totalmente desconocido en la actualidad. Por lo tanto, la utilización de este material descartado podría ser económicamente viable y ambientalmente favorable.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el proceso de transformación de materias primas en la industria agroalimentaria genera una importante cantidad de desechos en forma de cáscaras, pieles, tallos, semillas, pulpas, entre otros, lo que supone alrededor de 1.3 billones de toneladas por año. Este tipo de desechos se considera material indeseado y es eliminado de forma costosa en vertederos o incineradoras provocando efectos negativos sobre el medio ambiente. Solo en el mejor de los casos, es reutilizado para alimentación animal.

Las industrias procesadoras de fruta, verdura y aceite de oliva tienen una gran importancia en el territorio de Aragón. En dichas industrias se generan pulpas de hortalizas y frutas como pimiento, pepino, manzana y melocotón, alperujos y alpechines de las almazaras. En la actualidad, con el objetivo de buscar nuevas soluciones a la revalorización de estos residuos, se están realizando distintas actividades para extraer, caracterizar y encapsular principios activos susceptibles de ser utilizados posteriormente. En este sentido, el término "food by-products" está empezando a crecer ya que, según los científicos, este tipo de productos de desecho son materiales de partida para la obtención de compuestos beneficiosos para la salud y de alto valor añadido con un claro mercado potencial. También se piensa en su utilización como fitosanitarios naturales ya que se han descrito tratamientos fúngicos basados en productos naturales como el ajo, clavo y pimienta con potenciales resultados.

Por otra parte, los residuos lignocelulósicos procedentes de la industria maderera también representan una fuente de sustancias químicas valiosas. Su abundancia, su origen renovable y sus componentes lo convierten en una prometedora fuente de recursos. Los extractos aislados de coníferas son utilizados como fragancias en cosméticos, aditivos aromatizantes de alimentos y bebidas y como anticancerígenos. Actualmente, está creciendo su interés debido a la presencia de antioxidantes naturales que podrían reemplazar a los artificiales.

Obtenidos los residuos, los retos planteados se centran en la aplicación de tecnologías que den lugar a diferentes extractos y en la evaluación de las propiedades de los mismos contando con técnicas que tienen desarrolladas los grupos de investigación. En este proceso, se procuran utilizar metodologías de extracción viables técnica y económicamente con el objetivo de obtener productos enriquecidos a precios competitivos a nivel industrial.

Los principios activos obtenidos de los residuos son de naturaleza química variada. En este sentido, podemos encontrar carotenoides en el pimiento; fitoesteroles y terpenos en el pepino; derivados de dihidrochalcona y flavonoles en la manzana. La pulpa de melocotón posee ácido clorogénico, catequina y derivados de cianidina y quercetina. Otros como los alpechines y alperujos poseen sustancias como la oleuropeína y el ácido elenólico. La mayoría de estos residuos presentan una fuerte actividad antioxidante por la presencia de compuestos fenólicos.

Así, una vez identificados los principios activos que forman parte de los extractos de los residuos y en función de su naturaleza química, su aplicación se puede dirigir hacia el ámbito terapéutico en el tratamiento de enfermedades, muchas de ellas relacionadas con el estrés oxidativo, como el cáncer, afecciones digestivas y respiratorias, cardiovasculares como la aterosclerosis etc (Figura 1) o bien o hacia el cultivo ecológico como fitosanitarios gracias a su carácter antimicrobiano y antifúngico. Otra aplicación de estos principios activos se centra en la obtención de recubrimientos alimentarios, bebidas enriquecidas y productos curados de alto valor añadido. Por tanto, la utilización de extractos naturales en sectores como el alimentario o el fitosanitario, representa una alternativa a los compuestos artificiales obtenidos por síntesis.


Fugura 1. Aplicación de principios activos obtenidos de residuos agroalimentarios y forestales en el tratamiento de enfermedades.

El grupo de investigación de la DGA “Dieta mediterránea y su potencial nutracéutico” ubicado en la Facultad de Veterinaria, está desarrollando una investigación basada en la obtención de principios activos de residuos, procedentes de industrias de zumos de frutas, almazaras y cortezas de pinos, y su aplicación terapéutica en el tratamiento del cáncer de colon, hígado y mama gracias a la concesión del proyecto Redvalue (SUDOE).

Los resultados obtenidos hasta el momento son prometedores dado que los extractos de zumos y de cortezas de distintas variedades de pinos inhiben el crecimiento celular al provocar muerte por apoptosis. Asimismo, hemos encontrado que estos extractos naturales presentan sinérgia con los quimioterápicos habituales potenciando su efecto.

El carácter innovador de este proyecto se centra en una colaboración estrecha entre el sector industrial y los centros de investigación para conseguir el aprovechamiento integral de la producción agroalimentaria y forestal, cerrando el círculo en sus procesos productivos. El ciclo comienza con industrias que producen una gran cantidad de residuos y termina con las que los aprovechan, generando nuevos productos con un alto valor de mercado por sus múltiples aplicaciones. En este cierre de ciclo, la participación activa de los centros de investigación y universidades es esencial, ya que en ellos están los conocimientos científicos y tecnológicos para desarrollar las distintas formas de revalorización de los residuos (Figura 2).

Figura 2. Red de transferencia tecnológica de los principios activos obtenidos de los residuos agroalimentarios y forestales.

Se pretende, por tanto, promover una economía basada en el aprovechamiento de los residuos hasta ahora descartados y generar oportunidades de crecimiento para las pymes de los sectores agrícola, alimentario y forestal por la apertura de nuevos mercados.

Celia M. Cantin
Unidad de Hortofruticultura
   Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA)
Fundación Agencia Aragonesa para la Investigación y el Desarrollo (ARAID)
Instituto Agroalimentario de Aragón (IA2)

La mejora genética ha jugado un importante papel en el desarrollo de la agricultura y la mejora de la calidad de vida de la humanidad. Desde hace miles de años, los ‘mejoradores’ han ido convirtiendo las variedades silvestres en variedades domesticadas mediante selección artificial. Aunque ya se realizaban cruzamientos dirigidos antes del siglo XX, la mejora genética de las plantas no se desarrolló propiamente hasta que se sentaron las bases de la herencia Mendeliana de caracteres. En los primeros momentos de la mejora genética de plantas, el éxito recaía en la experiencia del mejorador, su juicio subjetivo, y una parte de suerte. Actualmente, la mejora genética dispone de técnicas genéticas muy avanzadas, a pesar de que la experiencia del mejorador y su conocimiento son todavía esenciales en el éxito del proceso.

Uno de los retos a los que se enfrenta el mejorador constantemente es cómo aumentar la eficiencia y la velocidad del proceso de selección para satisfacer los requerimientos de una sociedad y un mercado en constante movimiento. Sin duda, la respuesta a esta pregunta necesita pasa por la utilización de modernas técnicas genéticas, como el uso de la Selección Asistida por Marcadores moleculares o SAM. 

La utilización de marcadores moleculares en los programas de mejora puede disminuir sus costes y además aumentar la eficiencia, ya que permite hacer parte de la selección en una etapa muy temprana cuando las plantas están en semillero o vivero, y llevar al campo solamente los individuos con las características deseadas. De este modo, con la misma superficie dedicada a la selección en campo, se puede aumentar el número de plántulas procedentes de cruzamientos controlados, puesto que solo una parte estas acabarán pasando al campo. Esta estrategia incrementa claramente la probabilidad de éxito de encontrar una variedad de interés. Otra estrategia posible sería mantener el mismo número de plántulas obtenidas mediante cruzamientos controlados, reduciendo el número de plantas para selección en campo mediante el uso de marcadores, y por tanto, los costes económicos de este proceso. De una u otra forma, el uso de marcadores moleculares aumenta claramente la eficiencia del proceso final.

Fase de semillero en la que se lleva a cabo la SAM.

 

Parcela de selecciones de un programa de mejora de melocotonero.

 Para poder llevar a cabo esta selección temprana, primero se debe identificar la característica deseada (o no deseada) cuya herencia esté determinada por un gen y, después ser capaces de encontrar un marcador molecular asociado a esa característica. Un marcador molecular es, de forma simple, una región del genoma que muestra un polimorfismo o diferencia entre diferentes individuos. Así, un marcador molecular permite distinguir los diferentes alelos procedentes de los progenitores en cada descendiente del cruzamiento. Esto significa que a través del ADN de la planta podemos saber qué caracteres de flor, fruto, época de maduración o resistencia a enfermedades presentará ésta, por lo que podemos descartar las plantas que no nos interesen muy precozmente, evitando costes innecesarios.

La aplicación de la selección asistida por marcadores (SAM) en la mejora genética del melocotonero ha sido el objetivo de varios grupos de investigación a nivel nacional e internacional desde la creación del primer mapa genético del género Prunus en los años 90. En las especies del género Prunus en los últimos años se han publicado más de 760 marcadores ligados a más de un centenar de caracteres agronómicos relacionados con el desarrollo del árbol, resistencias a plagas y enfermedades, floración, maduración, y calidad del fruto y la pepita. Sin embargo, muy pocos se aplican de manera rutinaria en los programas de mejora comerciales de melocotonero. ¿Por qué?

Como cualquier otra metodología, la SAM no es perfecta y tiene algunos defectos. Los resultados conseguidos hasta el momento mediante el uso de los marcadores moleculares no han cubierto las expectativas creadas inicialmente en cuanto al éxito en la selección de nuevas variedades. Uno de los principales problemas de los marcadores moleculares es que no siempre funcionan en poblaciones con diferente origen de las poblaciones donde se han identificado. Otro de los problemas es que los caracteres de mayor importancia económica como la productividad o caracteres de calidad del fruto son caracteres de herencia muy compleja que suponen todavía un reto para las técnicas de SAM e incluso para las más modernas técnicas de selección genómica (GS) y selección en todo el genoma (GWS). Queda pendiente el desarrollo de marcadores moleculares para algunos de los mayores retos del cultivo del melocotón como son la vida útil postcosecha, la calidad organoléptica del fruto y la resistencia a plagas y enfermedades.

A pesar de las dificultades en la implementación de la SAM, estas y otras herramientas genéticas suponen el futuro de la mejora genética en melocotonero y otros frutales, y permitirán afrontar importantes retos actuales como la adaptación al cambio climático y la obtención de variedades resistentes a plagas emergentes.

Daniel Javier Yuste Aguilera
DELSAT INTERNATIONAL GROUP
delsat.aero@gmail.com

Ayer, nuestros abuelos ya eran innovadores. Con sus medios, los abonos naturales y en base a la experimentación y al ensayo-error, iban incorporando nuevas técnicas al campo con el objetivo de obtener mayor producción. Tan innovadores que, por lo que me contaba mi abuelo, las técnicas aplicadas y los resultados obtenidos ya se transmitían a otros agricultores, produciéndose así lo que hoy llamamos “transferencia del conocimiento”, incorporar el conocimiento a una cadena de valor para generar un retorno económico.

Hoy en la agricultura la innovación continua. Se incorporan técnicas emergentes y de las Tecnologías de la Información y comunicación (TIC ́s). Así, del uso de las traíllas tiradas por uno o dos animales para nivelar el terreno, se ha pasado a la utilización de tractores con sistemas laser, o del uso de la cuerda y el azadón, a la utilización vehículos autónomos con sistemas de posicionamiento global GPS para el trazado de los surcos. Objetivo, el mismo que el de nuestros abuelos: obtener mayor producción y por tanto mayor rentabilidad.

Con este objetivo, aparece la “Teledetección”, para obtener datos a distancia del cultivo, o la “Agricultura de precisión”, para aplicar la cantidad adecuada de insumos, en el momento adecuado, en el lugar exacto y así, obtener mayores rendimientos económicos, medioambientales y sociales. También se incorporan las imágenes satelitales, los sistemas para su procesamiento, los modelos matemáticos y estadísticos, la Agronomía, y todo para obtener unos “índices” que, una vez analizados, ayudarán en la gestión de los recursos naturales. 

La innovación sigue con la utilización de los drones de uso civil, también conocidos como RPAS (Remotely Piloted Aircraft System) o UAS (Unmanned Aerial System) y, junto con los avances en el desarrollo de microsensores, posibilitan un nuevo concepto de Teledetección de Alta Resolución de uso en la agricultura de precisión, siendo además una solución económicamente viable.

Las ventajas son diversas y, mediante sensores embarcados en el dron, ya sea una cámara multiespectral, LIDAR, termográfica o cámara de video, se obtendrán unas imágenes de alta resolución que, después de su procesamiento, permitirán detectar entre otras, zonas infestadas de malas hierba, zonas que requieren de mayor o menor riego, el estado de salud de la planta o la detección temprana de plagas y enfermedades en los cultivos.

La técnica consiste en realizar varios vuelos de dron a baja altura, en torno a los 100 metros, con diferentes sensores. Así, con una cámara multiespectral se realizan vuelos en momentos críticos del cultivo. Este sensor adquiere datos a partir de la emisión y reflexión de la “Radiación Electromagnética” (REM), siendo ésta una forma de energía que se propaga mediante ondas que se viajan en el vacío a la velocidad de la luz (300.000 Km/s), transportando cantidades discretas de energía. Normalmente las cámaras multiespectrales trabajan en cinco bandas para detectar la radiación electromagnética y cada una de ellas tienen una longitud de onda:

  • Banda 1 – Azul (B): 480 nm
  • Banda 2 – Verde (G): 560 nm
  • Banda 3 – Rojo (R): 670 nm
  • Banda 4 – Red Edge: 720 nm
  • Banda 5 – Infrarrojo cercano (nIR): 840 nm

En función del tipo del objeto y cultivo que se esté considerando, la radiación emitida podrá

  • reflejarse, la radiación es reenviada de vuelta al espacio (reflectividad (ρ))
  • absorberse, la radiación pasa a incrementar la energía del objeto (absortividad (α))
  • transmitirse, la radiación se transmite hacia abajo a otros objetos (transmisividad (τ))

En Delsat International los datos registrados con cada vuelo, son procesados de manera automática. Los valores obtenidos generan unos índices que son interpretados por expertos en teledetección e ingenieros agrónomos y son ellos los que determinan el estado del cultivo mediante el análisis y evolución de esos índices, siendo necesario repetir los vuelos en los diferentes estados críticos citados para disponer de un histórico de su evolución.

Aunque se utilizan los mismos índices, los valores que se obtienen de cada uno de ellos son específicos para cada tipo de cultivo y habrá que interpretar el resultado teniendo en cuenta, por ejemplo, si trata de un leñoso, un cereal de secano o una plantación de arroz ya que son medidas cuantitativas, basadas en valores digitales, que tienden a medir la biomasa o vigor vegetal.

Un índice de vegetación es una combinación de medidas de distintas bandas espectrales, y se obtienen mediante procesos matemáticos, algoritmos específicos a partir de la imagen generada con los datos de la cámara multiespectral y se trabaja con cada pixel de esa imagen para llegar a estimar y evaluar el estado de salud de la planta según el valor de radiación que las plantas emiten o reflejan.

El índice de vegetación más conocido y usado es el Índice Normalizado Diferencial de Vegetación (NDVI Normalized Difference Vegetation Index). Está relacionado con la actividad de fotosíntesis y la estructura foliar de la planta, permitiendo determinar la vigorosidad de la planta.

Otros índices, el GNDVI, es una variante del NDVI que utiliza para su cálculo la banda del verde en lugar de la del rojo, el RVI, GVI, NGRDI, RG, NDRE, SAVI, SAVI2, entre otros y que indican el estrés hídrico, el estado del suelo, agroquímicos etc… No obstante, la combinación y diferentes operaciones matemáticas entre los valores de radiación medida, pueden generar otros índices que aportarán valor a los expertos.

De las radiaciones medidas, de los datos procesados y de la imagen, se obtienen unos valores y unas zonas con diferentes colores que, después de los estudios, identifican las zonas con déficit o con superávit según el índice que se está analizando, obteniendo información acerca de los cultivos también en aspectos tan variados como:

  • Tratamiento localizado de herbicidas
  • Estrés nutricional y usos de fertilizantes.
  • Detección de enfermedades y plagas en cultivos.
  • Supervisión de áreas fumigadas.

 

En la imagen pueden verse parcelas de cultivo en las que hay diferentes colores. Estos colores se han generado como consecuencia del procesado de datos y se ha obtenido un valor numérico que indica el déficit o el superávit del índice o índices bajo estudio, que puede ser el vigor de la planta, el estrés hídrico, fertilizantes, etc. Como consecuencia del análisis, se tomarían las medidas necesarias para intentar conseguir valores “normales” y un tiempo después de aplicadas las medidas correctoras se repetiría el vuelo y el estudio para observar la evolución, determinando si la solución adoptada es correcta o deben tomarse otras medidas. La agricultura de precisión requiere de un estudio continuado de la evolución del cultivo y de una estrategia en las medidas tomadas, realizando ajustes y modificaciones según la evolución del mismo. Un buen diagnóstico y un buen tratamiento lleva a que los cultivos gocen de buena salud y su rendimiento sea el máximo.

Desde la experiencia profesional de Delsat International, quedan demostradas las ventajas de la utilización de drones para teledetección y agricultura de precisión, ya que permiten  reducir los insumos, minimizar el aporte de productos químicos, pesticidas y herbicidas ya que se aplican en zonas concretas, de manera selectiva y sólo cuando se necesita, una gestión adecuada de los recursos hídricos en los campos y un sinfín de otras ventajas que llevan a conseguir el mismo objetivo que nuestros abuelos ya perseguían: el aumento de la producción, el cuidado y mejora de nuestros campos y el respeto al medio ambiente.

Gabriel Pardo
Unidad de Sanidad Vegetal
   Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA)
Instituto Agroalimentario de Aragón (IA2)

Vallico (Lolium rigidum) y avena loca (Avena spp.) que sobreviven a los herbicidas antigramíneas en campos de cereal, arrozales llenos de milleta (Echinochloa spp.) en septiembre pese a realizar tratamientos herbicidas hasta en tres momentos del ciclo del cultivo, sarrachon (Sorghum halepense) que sobrevive, en campos de maíz, a tratamientos herbicidas con los que antes moría fácilmente, coniza (Conyza spp.) que continua lozana en cultivos leñosos tras varias aplicaciones de herbicida…  Estos son algunas de las quejas que llegan al CSCV o al Laboratorio de Malherbología del CITA. ¿Qué está pasando con los herbicidas? ¿han dejado de funcionar tras aplicarse como principal modo de control en los cultivos en los últimos 50-60 años?

Desde luego que no, pero, lamentablemente, estos casos de resistencia de determinadas malas hierbas a herbicidas ocurren cada vez más frecuentemente.  De tal modo, en este momento hay 495 casos de resistencias a herbicidas en todo el mundo que afectan a 255 especies de malas hierbas (Heap 2018). En España ya hay registrados desde 1981, 36 casos de resistencias que afectan a 28 especies diferentes de malas hierbas. Si esta tendencia se mantiene en un futuro próximo el control de malas hierbas con herbicidas estará seriamente comprometido.

A esto hay que añadir que la legalización de nuevos herbicidas es mucho menor que el número de aquellos que se dejan comercializar. Estos últimos se dejan de distribuir por la prohibición de las autoridades, al considerarlos tóxicos (cabe recordar el gran debate que se está produciendo respecto a si se debe prohibir o no el glifosato, el herbicida más usado a nivel mundial) o por falta de interés de las casas comerciales que no ven rentable, por su elevado coste, mantener su comercialización (normalmente los de aplicación en cultivos menores) y mucho menos pedir una nueva autorización para un nuevo herbicida. Además, estas pocas nuevas autorizaciones corresponden, si, a nuevas materias activas, pero estas no pertenecen a sitios de acción novedosos. Se lleva más de 30 años sin comercializar un herbicida de nuevo sitio de acción.

A pesar de todo, y aunque el número de herbicidas registrados en determinados grupos de cultivos, como los extensivos de secano o de regadío, todavía son amplios, la gama de herbicidas es mucho menor si se trata de controlar a determinadas especies como el mencionado vallico en cereal o la coniza en frutales. En otros grupos de cultivos, como el arroz, ya de inicio, los productores encuentran dificultad para rotar materias activas por la escasez de productos registrados, estando la eficacia muy comprometida. En definitiva, además de que los casos de resistencia cada vez son más frecuentes, los productos autorizados cada vez son menos y, además, como no puede ser de otra manera, cada vez son menos agresivos con el entorno, con lo que suelen ser más específicos y, como dicen los agricultores “matan menos”.  ¿Implica esto que debemos hacernos a la idea de cultivar sin herbicidas como hace 50-60 años?  

Seguro que no, los herbicidas seguirán jugando un papel destacado a la hora de controlar las hierbas, pero todo indica que el control será mucho más complejo que realizar una o dos aplicaciones de herbicida en nuestro cultivo y, desde luego, será muy raro encontrar un herbicida nuevo o “salvador” cuando se produzca una infestación más o menos inesperada y severa. Los productores deberán diseñar y gestionar sus explotaciones teniendo en cuenta la posible afección de las malas hierbas: rotaciones en las que se incluyan cultivos donde las especies más problemáticas resulten vulnerables, por sacarlas fuera de ciclo biológico, por ser eliminadas por labores preparatorias, por competencia por el propio cultivo, o incluso por existir un herbicida más eficaz y selectivo. Quizás habrá que cambiar el “chip” y no pensar en primer lugar en los herbicidas a la hora de controlar las malas hierbas sino quizás en usarlos en penúltimo o último lugar, si no se pueden usar otras técnicas. Deberemos “pensar” más los cultivos que integren la rotación para, ya de inicio, evitar que se produzcan proliferaciones y establecimiento de al menos aquellas malas hierbas más problemáticas, sin ser “cortoplacistas” incluyendo cultivos menos rentables pero que ayuden a gestionar el manejo. En caso de usar herbicidas se deberán monitonizar, y si es posible, prever las emergencias, conocer la biología y los estadíos fenológicos de las malas hierbas para efectuar los tratamientos en el momento preciso. Se deberán eliminar los tratamientos por rutina y que no estén justificados en base al daño potencial que la infestación pueda causar, o bien si esta puede ser controlada por otros medios. Si no se tienen en cuenta estas premisas, cada vez más frecuentemente nos encontraremos con problemas malherbológicos que los herbicidas, por unas razones u otras, ya no pueden resolver de manera satisfactoria.

En definitiva, a mi modo de ver, los productores si no es por convencimiento, será por condicionantes legales y/o por consumación de hechos de falta de eficacia, pero deberán implantar estrategias de control en la que los herbicidas jueguen un papel más secundario y menos predominante que en la actualidad.

Carlos Zaragoza Larios
Dr. Ingeniero Agrónomo
carloszaragozalarios@gmail.com

Yo he nacido (profesionalmente) con el glifosato. Estuve presente en uno de los primeros ensayos que hizo el ingeniero holandés D. Van Staalduine, enviado por el Banco Mundial a España, en unos frutales de Almacellas (Lérida) en 1974. Me quedé fascinado al ver cómo controlaba la cañota (Sorghum halepense) sin apenas afectar a los manzanos. Por eso, y por ver la milagrosa selectividad de la metribuzina en tomate, y algunas pocas razones más, me he dedicado a la malherbología durante casi 40 años... Desde aquel año hasta el siglo XXI he probado, ensayado y recomendado la N-fosfonometil glicina en infinidad de situaciones.

Una de sus principales ventajas es que hace posible la reducción del laboreo, incluso la “labranza cero” en los cultivos extensivos, es decir, la agricultura de conservación. En esas grandes superficies de secanos áridos y semiáridos dedicadas al cereal, es necesario aumentar la fertilidad, reducir la compactación y la erosión del suelo, y esas técnicas contribuyen a ello.

El glifosato es una herramienta muy útil para eliminar las malezas en los cultivos de frutales y lo mismo pasa en las grandes extensiones de viña y olivo. Tiene un control remarcable de la grama (Cynodon dactylon) y de la correvuela (Convolvulus arvense) y otras perennes, hierbas omnipresentes en los cultivos leñosos. Puede aducirse que la siega es una posibilidad factible pero tiene un coste energético y horario superior al tratamiento con herbicidas.

En los años 90 cuando en el Grupo Fitosanitario de Trabajo sobre Herbicidas de las CC.AA. decidimos utilizar el IPA (Índice de Impacto Ambiental, propuesto por el INIA de España) pudimos observar que el impacto del glifosato era muy bajo. Mucho menor que la mayoría de los pesticidas autorizados.

Pero, efectivamente, el glifosato es una molécula sintetizada por el hombre y, como tantas, no es inocuo. En los últimos años se han encontrado residuos  (AMPA) en el agua potable en numerosos lugares y hay cierta confusión sobre sus efectos en el cuerpo humano. Pero ¿quién iba a decir en los años 80 y 90 que el glifosato podía ser tóxico? Igualmente, en su momento, que ¿el plomo de la gasolina o la uralita de los tejados, lo eran? ¿O que el tabaco produce cáncer? En aquellos años intuíamos que la Monsanto no nos mentía, pero también que no nos decía todo lo que sabían. Además, la capacidad de análisis de residuos de plaguicidas y sus metabolitos en aguas, suelos y alimentos ha mejorado muchísimo desde entonces.

Ahora sabemos que existen discrepancias científicas sobre el glifosato. Según algunos estudios, entre ellos el de la OMS, “se trata de un alterador endocrino y probable cancerígeno”, opinión que no es compartida por las autoridades europeas (ECHA y EFSA), y las de EE.UU. Canadá, Australia y Japón. Pero el gobierno francés se ha comprometido a terminar con su autorización de aquí a dos años, siempre que se encuentren alternativas, mientras que la UE la renovó hasta el 2023.

Porque sin glifosato se puede seguir produciendo, pero más caro y con probable mayor impacto ambiental. Algunas técnicas agronómicas, como la siembra directa o el mínimo laboreo se verán seriamente comprometidas. Hay estudios que sugieren que el coste del desherbado químico aumentará un 38% en los cultivos herbáceos y un 54% en los leñosos con la prohibición del glifosato. Aunque todo será necesario si el producto es tan tóxico como dicen algunos…

Además tiene perdida la guerra de la propaganda, especialmente a nivel europeo. El empleo del producto en los cultivos transgénicos tolerantes a él, ha facilitado la escarda a los agricultores a corto plazo, pero, a la larga, ha venido a complicar las cosas desde el punto de vista de la propaganda y su aceptación,  por la fuerte oposición de los grupos de presión ecologistas que han triunfado en los ambientes urbanos, frente a una débil y minoritaria opinión agrícola.

Sin embargo se ha utilizado y se utiliza masivamente desde hace años en América y no parece que las cosas les vayan mal. Su esperanza de vida es la misma o superior a la europea. Otra cosa es que puntualmente se haya abusado de los tratamientos con glifosato por su eficacia, facilidad de uso y, en definitiva, su rentabilidad.

Últimamente se ha abusado de las plantaciones de soja transgénica tolerante a la molécula en algunos países (p.e. Argentina) y sus consecuencias han sido muy comentadas en los medios y redes. También ha habido muchas “fake news”. Sin embargo, una noticia que ha tenido mucho impacto es que Monsanto ha sido condenada el 03/08/2018 ha indemnizar con 289 millones de $ a un jardinero de los EE.UU., enfermo terminal de cáncer, que había usado glifosato. Monsanto ha recurrido la decisión.

Por otra parte, ha pasado el tiempo y la naturaleza ha reaccionado a los tratamientos rutinarios dando lugar a ecotipos tolerantes de especies (Lolium rigidum, Sorghum halepense, Conyza spp., etc) anteriormente sensibles, que antes se controlaban con facilidad con el glifosato. En Argentina ya hay 15 especies con resistencia al glifosato según el ISHRW (Weedscience.org).

Ya se habla del “Glifexit” (como el Brexit), es decir la salida involuntaria del glifosato de la UE, gracias a la manipulación de la opinión pública, aprovechando la decadencia y la reducción de la población agrícola europea. Y es que se mezclan muchas ideas, algunas ciertas otras falsas, en los medios: la lucha contra los tóxicos que acechan a la población, la reducción de la química en la agricultura, la lucha contra los lobbies (Monsanto), incluso la lucha contra el cambio climático,…y se lanzan sobre una sociedad científicamente ignorante.

De manera que si se quiere ampliar el periodo de autorización de este producto en Europa (que ahora es hasta 2023), los grupos de presión agrícola tendrán que insistir en Bruselas, pues es una batalla que está casi perdida.

Y es que el tiempo pone las cosas en su sitio y, en particular, a los inventos del hombre. Como decía José Ortega y Gasset en su Meditación de la técnica: “No hay adquisición humana que sea firme”.

María Videgain Marco
Departamento de Ingeniería Química y Tecnologías del Medio Ambiente
 Escuela Politécnica Superior de Huesca - Universidad de Zaragoza

La primera vez que escuché la palabra biochar fue hace cuatro años, buscaba un tema de interés agronómico que me permitiera hacer la tesis doctoral. Comentábamos el trabajo desarrollado por el Laboratorio de Investigación en Biochar de la Escuela Politécnica Superior de Huesca (Universidad de Zaragoza), y yo ignoraba la relación que podía haber entre la agronomía y las técnicas de pirólisis desarrolladas desde la ingeniería química.

La Comisión Europea define el biocarbón o biochar como un producto carbonizado obtenido a partir del calentamiento de biomasa a temperaturas entre 300 y 1000 °C. El proceso de obtención se denomina pirólisis y tiene lugar en atmósferas con muy baja o nula concentración de oxígeno. La definición más extendida del biochar deja claro el consenso científico existente que establece como objetivo de su producción el secuestro de carbono en el suelo al ser aplicado al mismo como enmienda,  así como la necesidad de que el proceso de obtención sea sostenible a todos los niveles; de esta forma se diferencia del char o carbón que se produce con finalidad energética, procesos de filtrado, etc.

El uso del carbón vegetal se remonta a miles de años, como residuo no intencional del fuego, era uno de los materiales utilizados en las pinturas rupestres del Paleolítico superior. Ya en nuestra era, y hasta los años sesenta, el oficio de carbonero tuvo una gran relevancia, desde el uso del carbón como fuente de calor para cocinar, en los braseros, la herrería o los vehículos a gasógeno. Recabando información entre personas  vinculadas al oficio en esa época, se dice que las zonas donde se establecían las carboneras eran aprovechadas después para establecer huertos; también hay testimonios que cuentan cómo mezclaban parte de carbón con el estiércol maduro de oveja y lo aplicaban como abono orgánico en los cultivos.

El descubrimiento de sustancias similares al carbón vegetal en algunos suelos de Brasil, a los que se asocia una elevada fertilidad, multiplicó el interés sobre este material. Este tipo de suelos del Amazonas, llamados Terra Preta de Indio, se identifican por el color negro y contienen altos niveles de carbono cuyo origen se asocia a combustiones incompletas de biomasa aplicada deliberadamente al suelo. También se conocen suelos de estas características en zonas de Ecuador, Perú o Sudáfrica. Otra de las razones que respaldan el interés en el desarrollo del biochar reside en investigaciones publicadas que han demostrado la recalcitrancia de este material frente a otras enmiendas orgánicas y su contribución al incremento de la disponibilidad de nutrientes en el suelo. El uso de biochar supone una alternativa de gestión ambiental que puede ser una vía de actuación simultánea para mejorar la productividad de los suelos agrícolas, valorizar residuos y reducir las emisiones de CO.

En este contexto, las investigaciones relacionadas con la producción, caracterización y aplicación de biochar al suelo se han desarrollado en gran medida durante los últimos años. En función de la biomasa seleccionada y de las condiciones de pirólisis se obtienen productos diferentes, cuyas propiedades (físicas, químicas y biológicas) y comportamiento en el suelo deben ser estudiados de forma específica.

El grado de conocimiento sobre el efecto del biochar en el sistema suelo-planta es muy reciente y los resultados consultados son muy variables y dependientes del tipo de experimento llevado a cabo.

La pirólisis requiere el empleo de hornos o reactores para calentar la biomasa, proceso que puede ser de dos tipologías: pirólisis lenta (bajas velocidades de calentamiento y tiempo de residencia elevado) y pirólisis rápida (a elevadas velocidades de calentamiento y tiempo de residencia muy reducido).

Como resultado de varios estudios de investigación se han podido identificar las principales variables que afectan al proceso de producción y a las características físicoquímicas del material producido: temperatura final de pirólisis, presión absoluta de trabajo, tiempo de residencia del gas en el interior del reactor y contenido de humedad de la biomasa inicial.

Reactor de pirólisis de lecho fijo ubicado en la Escuela Politécnica Superior de Huesca

En el Laboratorio de Investigación en Biochar de la Escuela Politécnica de Huesca (Universidad de Zaragoza), dirigido por el Dr. Joan Manyà, se trabaja desde hace varios años en la pirólisis lenta de residuos agrícolas con la finalidad de estudiar las condiciones idóneas del proceso que permitan obtener un biochar de calidad. Algunos de los residuos con los que se ha trabajado son: alperujo de oliva, cañote de maíz, sarmiento de vid, paja de trigo o restos de poda de encina.

Desde un punto de vista agronómico, la comprensión del proceso de pirólisis permite un mayor conocimiento del producto obtenido para enfocar adecuadamente su aplicación al suelo; la caracterización de los diferentes tipos de biochar producidos permite diferenciarlos y tener en cuenta algunos aspectos importantes: contenido en nutrientes, porosidad, presencia de compuestos aromáticos en superficie, etc.

Desde el año 2015 trabajamos la línea de investigación de aplicación de biochar como enmienda en el suelo, estudiando sus efectos sobre el sistema suelo-planta-microorganismos. Se han planteado varias líneas en las que trabajar, relacionadas con su caracterización mecánica (importante a la hora de plantear su aplicación al suelo a través de maquinaria específica), la posible fitotoxicidad sobre germinación de semillas, la capacidad del biochar para albergar comunidades de microorganismos como las micorrizas (evaluando sus bondades como parte del sustrato de cultivo de planta micorrizada) y los efectos sobre la producción de cultivos y actividad biológica del sustrato en condiciones de invernadero.

Ensayo de sorgo en invernadero con distintas dosis de biochar

Como era de prever, para nuestras condiciones de ensayo, el comportamiento de los distintos tipos de biochar aplicado está resultando diferente en lo que se refiere a factores como temperatura de pirólisis, dosis de aplicación y tipo de suelo utilizado. Es de vital importancia conocer el tipo de biochar o carbón que se utiliza, dada la gran cantidad de productos de este tipo que hoy en día se comercializan y que en la mayoría de casos carecen de una caracterización previa adecuada. Además es fundamental tener claro el objetivo final de la adición de carbón al suelo o a un sustrato de cultivo, ya que podría ser una práctica complementaria a la aplicación de otras enmiendas orgánicas, cada una con sus ventajas e inconvenientes desde el punto de vista energético y medioambiental.

Al margen de los resultados que se obtengan en las líneas de investigación que se están desarrollando, creo que es importante resaltar la importancia de la creación de grupos multidisciplinares de trabajo. La transferencia de información de un ámbito a otro así como el contacto directo con metodologías de trabajo de otras ingenierías está suponiendo, en mi caso, una experiencia muy enriquecedora a la que también espero estar aportando la parte agronómica que la complementa.

Jerome Grimplet
Unidad de Hortofruticultura
   Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA)
Fundación Agencia Aragonesa para la Investigación y el Desarrollo (ARAID)
Instituto Agroalimentario de Aragón (IA2)

En varias áreas de la innovación, las herramientas de biotecnología están alcanzando la madurez necesaria para crear una revolución en el mundo agrario. En el campo de la mejora hay que decir que las consecuencias de masificar la secuenciación de genomas, por ejemplo, no están claras para el público y producen desconfianza. Existe actualmente capacidad para saber todo acerca de la genética de un individuo. Este ejercicio se puede hacer sencillamente en unos minutos y un con coste relativamente asequible. Esta tecnología es conocida desde hace años y el genoma humano fue secuenciado en 2001, pero ha bajado significativamente el coste desde entonces y la tecnología se ha miniaturizado hasta poder ser portátil en el campo. ¿Qué consecuencias va a tener en la agricultura y cómo nos va a ayudar a enfrentarnos a los retos climáticos y ambientales que se avecinan? 

El mayor impacto sobre la mejora de plantas se va notar en las posibilidades de basar la selección, no tanto en el fenotipo, mediante la selección de individuos con caracteres físico químico de interés como se ha hecho históricamente, sino utilizando el genotipo con marcadores moleculares. Mi colega Celia Cantin recientemente publicó un artículo en esta sección sobre sus utilizaciones (http://opiniones-y-experiencias.chil.me/post/la-utilizacion-de-marcadores-moleculares-en-los-programas-de-mejora-de-melocoton-242619). La ventaja es que es posible conocer muy pronto el genotipo en el desarrollo de la planta, en comparación a esperar a que una planta llegue a su madurez. Así hablamos de herramientas que permite una selección más rápida del mismo material que hubiera sido seleccionado en mejora clásica, sin que se produzca la introducción de genes exógenos. El interés económico es alto, la selección es más precoz ya que se hace directamente en embriones o en plántulas, lo que permite reducir el tiempo de generación de nuevas variedades y los costes de mantenimiento, de manera drástica. Además, más allá del debate sobre la ética de los organismos genéticamente modificados, nos están esperando desafíos con peligros directos y conocidos que tenemos que solucionar. El futuro de las variedades pasa por aumentar la rapidez de su mejora genética para adaptarlas a las nuevas condiciones de producción, cada día más incierta con el cambio climático, a las necesidades de un mercado más volátil y a aumentar su tolerancia a patógenos y plagas en un mundo global.

Figura 1 Categorías funcionales de genes más abundante en clones de vid más compactos

La mejora asistida por marcadores no es nueva y es particularmente útil para descartar, en particular, individuos con un fenotipo letal llevando los marcadores asociados/relacionados. En el futuro el mejorador tendrá acceso a un abanico, casi infinito, de estos marcadores de cualquier carácter.

Figura 2: Genes más abundantes en clones de vid más compactos relacionados a la modificación de la pared celular.

La parte más grande del trabajo que queda, no es tanto producir datos sino relacionar los marcadores con caracteres de fenotipo. Para hacer frente a estos retos, la comunidad investigadora debe generar e interpretar grandes conjuntos de datos heterogéneos que describen genotipos y fenotipos así como la interactuación entre ellos y con el medio ambiente. Cuando estos datos son generados y estudiados exhaustivamente, se habla de “ómica”, un término que agrupa áreas de investigación específica como genómica, epigenómica, transcriptómica, proteómica, metabolómica o fenómica. Así, esas áreas de investigación requieren la utilización de herramientas bioinformáticas para tratar grandes cantidades de datos. La integración de estos conjuntos de datos multiómicos consiste a entender las interacciones entre moléculas responsables de los caracteres del fenotipo. Por esto es importante agrupar el conocimiento generado por la comunidad científica dentro de modelos universales. Establecer la relación entre variaciones molecular (estructurales o cuantitativas) y variación de fenotipo reduce la brecha entre la generación de datos y la capacidad de plantear una hipótesis sobre fenotipos de interés a partir del genoma y entonces identificar nuevos marcadores moleculares.

La Unidad de Hortofruticultura del Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA) tiene la ambición de producir variedades adaptadas al futuro del mercado. Por eso, está desarrollando estrategias que requieren el uso de estas herramientas ómicas en las partes iniciales de los programas de mejora (floración, vigor, adaptación al suelo, producción frutal, épocas de maduración, resistencias…) para definir los marcadores de interés. Por esto necesitamos desarrollar nuevas herramientas de análisis de datos en nuestros campos de interés, por ejemplo, para visualizar la expresión de los genes expresados en individuos con fenotipo de interés (Visualización a nivel categoría funcionales: Figura 1. Visualización al nivel de genes individuales: Figura 2). Además, esto implica una coordinación entre investigadores para que los datos sean compatibles entre ellos y, por lo tanto, se puedan compartir. Por eso, el CITA está participando en el Proyecto Europeo COST “Data integration to maximise the power of omics for grapevine improvement” con el objetivo de tener homogeneidad en los formatos de datos, formación de los investigadores en bioinformática en usar herramientas así como en buenas prácticas de análisis y publicaciones.

Joaquín Aibar
 Departamento de Ciencias Agrarias y del Medio Natural
Escuela Politécnica Superior de Huesca

Todos los otoños nos informan de la necesidad de vacunarse de la gripe, ya que cada año hay mutaciones en el virus que la produce y hay que estar protegidos adecuadamente. Cada cierto tiempo surgen episodios de aparición de diversas enfermedades y plagas, que con mayor o menor virulencia afectan a nuestros cultivos.  Sin embargo pocas veces aparece, como noticia destacada,  en un primer plano un problema que afecta a nuestra agricultura: los cambios que se producen en la flora que invade los campos de cultivos, las malas hierbas. A veces esos cambios se producen por adaptación a las labores realizadas, al monocultivo, al empleo reiterado de las mismas moléculas herbicidas, en otras ocasiones se produce la entrada de flora alóctona, es decir que viene de fuera, y se convierten en “nuevas malas hierbas” de los cultivos. Pero, por diversos motivos, estas silenciosas plantas no copan portadas. Finalmente hay también un cambio en la flora asociado al cambio climático, las especies en nuestras condiciones se perennizan, así especies que antes tenían un comportamiento estrictamente anual, al no producirse fuertes heladas pueden sobrevivir al invierno en estado de roseta, pasando a ser bienales y perennizándose, lo que implica plantas más lignificadas, con más sistema radicular y por todo ello más difíciles de controlar, esto provoca que en otras ocasiones especies que eran propias del Sur de España, más cálido, empiecen a proliferar en zonas del Norte (Valle del Ebro por ejemplo). 

La solución a esta problemática de “cambios y adaptación “de la flora arvense de los cultivos es fácil y se basa en dos principios, el primero la observación, que conlleva la detección del cambio o de la aparición de nuevas especies en nuestros campos de cultivo precozmente, ya que resulta mucho más fácil implementar medidas de tipo preventivo para que esas especies no proliferen cuando el grado de infestación, en abundancia y extensión del problema, es pequeño; en segundo lugar realizando prácticas agrícolas variadas en la fincas cultivadas para evitar esa adaptación. Esto implica rotar cultivos, no trigo tras cebada, eso no implica cambios ya que se siembran en las mismas fechas, con ciclos, invernales, muy similares, necesidades de nutrientes muy parecidas y plagas,  enfermedades  y malas hierbas en muchos casos comunes. El cambio de cultivo implica cambiar de cereales de invierno a especies como leguminosas (para grano o forraje), colza o girasol en secano, mientras que en regadío los cambios son mucho más fáciles.

Desgraciadamente en la enorme superficie de cultivo nacional con limitaciones en cuanto a precipitación las posibilidades de rotar y cambiar cultivos son mucho menores que en condiciones de regadío, pero aun así hay posibilidades, que incluye al barbecho como opción de cambio con el objetivo final de prevenir problemas y realizar una Gestión integrada de los diferentes cultivos en todo lo referente al control de malas hierbas.

Infestación de Abutilon teophrasti en maiz 

A modo de ejemplo de especies de malas hierbas “nuevas”, pueden describir varios casos. En los últimos años se han introducido especies alóctonas como el Abutilon teophrasti (en los años 80) que es una especie de control difícil en maíz y extremadamente complicada en algodón.  Al comienzo de la década de 1990 apareció como novedad Heteranthera reniformis, hasta entonces apenas conocida, y en pocos año ha invadido nuestros arrozales. Las diferentes especies de Letptochloa que infestan los campos de arroz, empezaron a ser problemáticas justo con el inicio del siglo XIX, especialmente en Extremadura, mientras que en Cataluña y Aragón se mantiene con una problemática baja gracias a los esfuerzos de prevención y a diferencias en el tipo de suelos. Una mala hierba extendida en la cuenca mediterránea, como Solanum eleagnifolium, todavía no es un problema en Aragón, aunque se han detectado varios focos, que se intentan controlar pero que pueden extenderse a determinados cultivos hortícolas dificultando su gestión.  En 2015 se produjeron las primeras infestaciones por teosinte, ancestro silvestre del maíz,  en Aragón y Cataluña, problema que se puede solventar evitando el monocultivo de maíz. En estos momentos, 2019, los primeros ejemplares de Amaranthus palmeri ya se han detectado en varias zonas del valle del Ebro, siendo esto una llamada de atención para los cultivos de verano, en regadío, dado el poder invasor de esta especie que en América ya es muy problemática.

Infestación de bromo en cereal de invierno.

Finalmente especies del género Bromus, bien conocidas de nuestros ribazos y márgenes de carreteras y caminos, que antes no eran un problema, ahora lo son en cereales de invierno en los que ni se voltea el suelo ni se hace retraso en la fecha de siembra,  ni se siembran cultivos alternativos como leguminosas o colza, que son las medidas básicas para el control de especies de este género.

El uso reiterado de algunos herbicidas sobre las mismas poblaciones de malas hierbas, ha seleccionado individuos resistentes, esto resulta problemático en los últimos años en especies del género Conyza presentes en las líneas y márgenes de fincas de frutales tratadas reiteradamente con glifosato.

Las malas hierbas no son siempre las mismas, hay nuevas que llegan de fuera y otras que ya teníamos que por mal manejo se convierten en problemáticas, para evitarlo basta la observación de las mismas y realizar prácticas agronómicas que impliquen variación y cambio.

Sergi García Barreda
Unidad de Recursos Forestales
   Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA)

La trufa negra (Tuber melanosporum) es un producto agrario con un mercado global, pero hasta hace una década su producción estaba muy localizada en las áreas de distribución natural de Francia, Italia y España. Sin embargo, hoy en día su cultivo se ha expandido por gran parte del mundo, existiendo también producciones significativas en Oceanía (Australia y Nueva Zelanda) y América (Chile, Argentina y EEUU). En paralelo a esta expansión, la producción en el área natural ha aumentado significativamente durante la última década gracias a las plantaciones realizadas.

A nivel de mercado, dos hechos han destacado en la última década. Por una parte, la incorporación de Australia, que representa un 5-10% de la producción mundial. Por otra parte, el éxito de la truficultura en Aragón, particularmente en la comarca de Gúdar-Javalambre (Teruel). Se estima que actualmente Aragón genera sobre un 25% de la trufa negra del mundo. A pesar de que la trufa no tiene una tradición culinaria en España y de su muy reciente incorporación a la gastronomía local, este producto es hoy en día un emblema para territorios rurales como Gúdar-Javalambre y Ribagorza, con fuertes problemas de despoblación y envejecimiento. ¿En qué se basa este éxito? ¿Tiene fundamentos sólidos? ¿Puede “exportarse” a otras regiones?

La trufa negra es un hongo simbiótico, que necesita obligatoriamente vivir asociado a las raíces de ciertos árboles para completar su ciclo biológico. Es muy apreciada en alta gastronomía, con elevados precios de mercado. Eso llevó a una sobreexplotación y agotamiento de su producción silvestre en los bosques europeos. Durante la época dorada de la trufa en la Francia del siglo XIX, los agricultores desarrollaron su cultivo de forma totalmente empírica, pero estos progresos cayeron en el abandono y el olvido a lo largo del siglo XX. En medio de una situación de declive, durante los años 1970 llegó el gran revulsivo para recuperar la truficultura, la tecnología INRA-IPLA de producción de plantones micorrizados en condiciones controladas.

El uso de estos plantones tardó bastantes años en llegar a España. Cuando lo hizo, encontró un sector trufícola sin ningún tipo de experiencia en cultivo de trufa y sin formación técnica especializada. Así, durante los años 1990 era dominante en España el planteamiento de la truficultura como una reforestación, en terrenos forestales o agrícolas marginales y sin apenas énfasis en el manejo más allá de las labores de implantación. Este planteamiento podía ayudar a atenuar el declive de la producción silvestre, pero difícilmente potenciar y profesionalizar el sector.

Hacia finales de los años 1990 se incrementa notablemente en España el ritmo de plantación trufera de la mano de subvenciones públicas. La investigación científica y la transferencia técnica comienzan a extenderse, jugando un papel fundamental en la toma de decisiones pre-plantación: la definición de los climas y suelos aptos, la concienciación sobre el papel del precedente cultural y la calidad de micorrización de los plantones, así como el seguimiento de la micorrización en campo de las plantaciones.

En cambio, en lo que respecta a la gestión de las plantaciones, fue la experiencia empírica de los truficultores la que guió el desarrollo de técnicas adaptadas a la ecología de la trufa y a las condiciones ambientales particulares de Aragón. Esta experiencia se basó en los conocimientos adquiridos explotando los bosques productores de trufa y en la adaptación de las técnicas aplicadas en Francia e Italia. Tras años de ensayo y error, los modelos de gestión en los que ha acabado confluyendo la mayoría de truficultores subrayan la importancia de gestionar la plantación joven (en su etapa pre-productiva), orientando las labores a optimizar el régimen hídrico del suelo, minimizar la competencia de malas hierbas y mejorar el vigor de los árboles sin dañar la expansión miceliar del hongo. Técnicas como el laboreo, las escardas y la poda son generalmente aceptadas hoy en día por técnicos y agricultores, siempre siguiendo criterios adaptados al hecho de que se está cultivando un hongo que vive sobre una raíz.

Por otra parte, a medida que las plantaciones más antiguas han ido entrando en producción, los truficultores han ido aplicando su experiencia también a la gestión de la plantación adulta (ya productiva). De este modo han desarrollado estrategias específicas de riego para truficultura, tecnologías de inoculación en campo, podas de mantenimiento adaptadas a ambientes secos y calurosos, además de tecnologías totalmente originales como las enmiendas de suelo puntuales.

Actualmente la truficultura aragonesa está inmersa en un vertiginoso proceso de tecnificación. La producción ha aumentado notablemente y se están estabilizando las fuertes oscilaciones anuales, lo que previsiblemente redundará en una regularización del mercado. En el lado negativo, este éxito ha venido acompañado del aumento de plagas como el escarabajo de la trufa. Al mismo tiempo plantea nuevos retos como alargar la vida útil de la trufa post-cosecha y diversificar su uso en la industria agroalimentaria. Y en cuanto a la productividad de las plantaciones, el recorrido de la experimentación empírica parece prácticamente agotado. De hecho, las últimas propuestas innovadoras provienen mayoritariamente de empresas: sustancias mejorantes del suelo, fitoestimulantes, microorganismos... Aunque en general están inspiradas en resultados de investigaciones científicas, deben considerarse en fase experimental. Únicamente los semioquímicos para controlar al escarabajo se encuentran en una fase más avanzada de desarrollo.

En definitiva, la evolución en las últimas décadas del cultivo de la trufa refleja las potencialidades y riesgos de un cultivo novedoso, las ventajas de que el cultivo se asiente sobre un sector agrícola con conocimientos empíricos previos, así como la importancia del espíritu emprendedor e innovador. La situación actual apunta a mayores incentivos para la colaboración entre truficultores y científicos, si con ello se consigue valor añadido sobre la experimentación sin base científica. La tecnificación de la truficultura la ha alejado definitivamente del ámbito forestal para situarla en problemáticas propias de la agricultura convencional como el riego, el acondicionamiento de suelos, la interacción cultivo-microorganismos, la sanidad vegetal o la tecnología de los alimentos, todo ello sin perder de vista los retos planteados por el cambio climático y la intensificación del cultivo.

Miguel Alfonso Lozano 
Departamento Nutrición Vegetal
   Estación Experimental de Aula Dei 
Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)

La manipulación eficiente y estable del genoma de cualquier organismo vivo ha sido un objetivo prioritario de los biotecnólogos desde la irrupción de las técnicas de biología molecular basadas en el ADN recombinante. En el caso concreto de la biología vegetal, la manipulación genética ha sido indispensable para, en primer lugar, estudiar la propia función de los genes y proteínas en el metabolismo celular y, en segundo lugar, aplicar dicho conocimiento al diseño de herramientas moleculares que han permitido mejorar la selección de variedades. Dos estrategias han contribuido a generar nueva variabilidad genética. Por un lado, la mutagénesis química o con radiaciones ionizantes, altamente inespecífica y que suele llevar asociada largos y complejos procesos de selección del fenotipo deseado. Por otro lado, la obtención de plantas transgénicas, que expresan un gen de otro organismo, y que confieren una característica única a la nueva planta como la resistencia a un herbicida o a una determinada plaga. Los problemas derivados del uso de ambas estrategias han permitido el desarrollo en los últimos años de metodologías alternativas basadas en la utilización de nucleasas específicas, con una clara mejora frente a las metodologías anteriores debido a su alta especificidad. Entre ellas, CRISPR/Cas9 ha revolucionado la biología molecular moderna.

En su origen, CRISPR/Cas9 fue identificado en bacterias como un sistema inmune adaptativo capaz de eliminar el ADN procedente de infecciones virales. El trabajo desarrollado por el Dr. Mojíca en la Universidad de Elche demostró que dicho sistema inmune se basaba en la existencia de una nucleasa, Cas9, guiada por un ARN capaz de reconocer una secuencia específica flanqueada por una serie de secuencias cortas palindrómicas repetidas regularmente o “lustered egularly nterspaced hort alindromic epeat (CRISPR)”. Posteriormente, las Dras. Doudna y Charpentier demostraron que esa metodología podía editar cualquier gen de cualquier organismo mediante el diseño de un ARN de guiado adecuado. Desde su descubrimiento, la edición génica mediante el sistema CRISPR/Cas9 se ha generalizado en todos los organismos vivos, incluyendo un número creciente de especies vegetales entre las que encontramos especies modelo (Arabidopsis thaliana) y algunas de interés agronómico tales como arroz, tomate, maíz, trigo, cebada, patata o soja.

Frente al entusiasmo que en la comunidad científica y en el sector biotecnológico provocó la aparición de CRISPR/Cas9, determinados sectores de la opinión pública, vinculados a grupos proteccionistas, mostraron su inquietud por el desarrollo de nuevas variedades vegetales editadas genéticamente. Esta inquietud se manifestó tanto en los Estados Unidos como en Europa, produciéndose dos reacciones completamente diferentes frente al mismo hecho científico. Así, mientras en los Estados Unidos, el Departamento de Agricultura decidía que las plantas editadas genéticamente mediante CRISPR/Cas9 serían consideradas como plantas normales a todos los efectos y su cultivo quedaba fuera de toda restricción, en Europa una sentencia del pasado mes de julio del Tribunal de Justicia Europeo, tras demanda del sindicato de productores agrarios francés, consideraba “que los organismos generados por mutagénesis son Organismos Modificados Genéticamente (OMG) al entender que esta técnica altera la genética de los organismos de una forma que no se da en la naturaleza. Esto supone que las plantas y otros organismos cuyo genoma se modifica con la técnica de edición genética CRISPR/Cas9 y otras similares estarán reguladas por la directiva comunitaria de 2001 que controla el desarrollo y cultivo de organismos transgénicos”. Esta sentencia produjo un considerable malestar entre los grupos de investigación y empresas biotecnológicas, que ya estaban desarrollando proyectos dirigidos al desarrollo de nuevas variedades o productos vegetales.

Pero, ¿existen argumentos científicos que justifiquen esa decisión? En primer lugar, tal y como mencionábamos anteriormente, CRISPR no es ningún invento de laboratorio sino algo que la Naturaleza desarrolló en las bacterias hace varios millones de años. En los últimos años hemos aprendido a controlar un proceso cuyo origen es 100% natural. En segundo lugar, y a diferencia de los eventos transgénicos autorizados en España (maíz Bt resistente al taladro), no estamos introduciendo genes de otro organismo en la planta, sino manipulando los genes del propio organismo, es decir, no estamos creando ninguna quimera. La mayor crítica, basada en la observación científica, a la que se enfrenta la edición génica mediante CRISPR/Cas9 es la aparición de modificaciones en genes no deseados diferentes a aquellos que se pretendían modificar, como consecuencia de un funcionamiento no específico de Cas9. Este problema ocurre, pero también cuando se utiliza la mutagénesis química o por radiaciones ionizantes. El continuo desarrollo de CRISPR/Cas9 está consiguiendo reducir drásticamente este problema. Así, nuevas herramientas bioinformáticas nos permiten a día de hoy diseñar el ARN de guiado reduciendo la probabilidad de que ese ARN pueda reconocer secuencias no deseadas. El uso de versiones modificadas del enzima Cas9, con mayor especificidad, o bien sistemas moleculares que bloquean la acción de Cas9 hasta que la unión del RNA de guiado con la región del ADN a modificar no se produce, han reducido este riesgo considerablemente, pero no completamente. Al igual que en procedimientos utilizados en la mejora clásica, podemos cruzar las plantas editadas con los individuos parentales no editados y analizar la segregación de nuestro gen/carácter en la progenie, eliminando así cualquier efecto negativo de la edición.  Incluso de esta manera podemos obtener plantas libres del marcador molecular (transgene clean) utilizado para monitorizar la introducción del constructo con el ARN de guiado y Cas9 en la planta.

En definitiva, y a pesar de que no ha sido desarrollada en su totalidad, CRISPR/Cas9 es ya la herramienta de manipulación génica del presente y del futuro. Reglamentemos su utilización, pero no renunciemos a ella.

 Francisco Javier Zarazaga Soria
Departamento de Informática e Ingeniería de Sistemas
Escuela de Ingeniería y Arquitectura-Universidad de Zaragoza
Instituto de Investigación en Ingeniería de Aragón (I3A)
javy@unizar.es

El gran lastre que ha acarrea el sector del porcino es el vinculado a los purines que se generan. Al margen de diferentes iniciativas que se están poniendo en marcha para buscar aprovechamientos de los mismos, el uso principal y más extendido es como fertilizante en diferentes cultivos. No obstante, este uso viene tildado de fama de mala praxis: “Lo tiran en cualquier cuneta”, “Se aplica en parcelas que no corresponden”, etc. Por otro lado, existen trabajos que abogan por la fertilización con purines como una posibilidad económica de conseguir reponer los nutrientes que son necesarios en las tierras de cultivo, siempre que se haga atendiendo a las necesidades específicas de los diferentes cultivos y a las características que el propio purín que se aplica tiene.

En este contexto, se ha venido trabajando en la posibilidad de incorporar automatismos de control que permitan optimizar la aplicación de los purines como fertilizante, a la vez que limitan la capacidad de operar fuera de la normativa, dotando al proceso de una mayor transparencia. Estos trabajos se han materializado en un prototipo que se compone de las siguientes piezas:

  • La integración de un sistema comercial de medición de la riqueza en nitrógeno en la cuba. Este sistema puede ser reemplazado por la incorporación de esta información de forma manual (obtenida por otros medios).
  • Un sistema de control del equipamiento de la cuba conectado al sistema de comunicaciones de la misma (bus CAN) y que garantiza el funcionamiento en degradado si no se pudiera operar con el resto del sistema.
  • Un equipo de gestión y comunicaciones, denominado Chamaleon y conectado al bus CAN, y que ha sido desarrollado para este proyecto. Este equipo actúa como eje central de las comunicaciones de la cisterna con el exterior.
  • Una aplicación móvil que permite la interacción del sistema con la nube, y su control por parte del operario de la cuba. La aplicación incorpora ayudas de guiado a granja de recogida y a parcela de aplicación.
  • Un sistema de información en la nube que sirve de apoyo a la planificación de los trabajos y reporta automáticamente las aplicaciones en los libros de aplicación de estiércoles y en el cuaderno de explotación agrícola.

 

El procedimiento operativo del prototipo desarrollado establece los siguientes pasos:

  • Desde el sistema de información en la nube se prepara la orden de trabajo en la que se especifica de dónde se recogen los purines, dónde deben ser aplicados y con qué riqueza. Esta orden se remite al operario que la recibe en la aplicación móvil.
  • Con ayuda de la aplicación móvil, el operario se desplaza a la instalación donde debe recoger el purín. A través del sistema de análisis de nitrógeno integrado, o directamente sobre la aplicación móvil, se incorpora información sobre la riqueza del purín.
  • Nuevamente con la ayuda de la aplicación móvil, el operario se desplaza a la parcela donde debe llevar a cabo la aplicación. Una vez en la misma, da inicio al proceso de aplicación a través de la aplicación móvil. Ésta se comunica con el equipamiento de la cuba dándole las instrucciones necesarias para aplicar el purín en función de las variables manejadas.
  • El sistema de control que va en el vehículo ajusta, en función de los parámetros establecidos y la velocidad a la que se desplaza, la cantidad de purín que se aplica actuando directamente en el mecanismo de regulación de salida correspondiente. A la vez va registrando la cantidad de purín que se aplica.
  • Una vez terminado el proceso de aplicación, los registros recopilados se transfieren a la aplicación móvil que la reenvía al sistema de información en la nube donde se procede a registrar las operaciones en los correspondientes libros que hay que presentar ante las administraciones públicas.

El prototipo de este sistema fue presentado en FIMA 2018 y que obtuvo el premio de Novedad Técnica.

 

Los siguientes pasos en los que se están trabajando son:

  • Control automático de parcela. El sistema no permitirá que se proceda a aplicar el purín en una parcela que no sea la establecida gracias al sistema GPS que lo equipa.
  • Aplicación variable de purines basada en un mapa. En la versión actual, el sistema se configura de manera fija para toda la parcela. En futuras versiones, se podrá suministrar un mapa de aplicaciones de tal modo que el sistema hará sus ajustes de modo automático con el fin de poder aplicar en cada momento y lugar la cantidad planificada.
  • Reporte de los mapas de aplicación para su análisis y comparación con mapas de suelo, cosecha, etc. en un contexto de agricultura de precisión.
  • Planificación logística de la gestión de purines. Yendo un paso antes de lo ya desarrollado, el sistema se podrá conectar con un sistema de gestión de balsas de almacenamiento y sistemas logísticos que establezcan los movimientos de purines y sus aplicaciones, generando las órdenes de trabajo que son el desencadenante del prototipo actual.
  • Registro de la operaciones en una red de blockchain de cara a garantizar la auditoría y transparencia de las mismas.

El trabajo expuesto forma parte del proyecto “Agroslab-GO: geolocalización y optimización de los procesos agrarios en entornos abiertos” que ha contado con el soporte de del Ministerio de Ciencia e Innovación del Gobierno de España y fondos FEDER de la Unión Europea, y la participación de la Universidad de Zaragoza y las empresas aragonesas Rigual s.a., 7eData s.l. y GeoSpatiumLab s.l..

https://www.agroslab.com/geolocalizacion-y-optimizacion/

María Del Milagro Coca Abia 
Unidad de Sanidad Vegetal
   Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA)
Instituto Agroalimentario de Aragón (IA2)
mcoca@aragon.es

Los insectos son artrópodos que constituyen más del 50% de la biodiversidad de nuestro planeta. Su origen se remonta a épocas pretéritas, concretamente al Cámbrico hace más de 500 millones de años, lo que significa que han tenido tiempo suficiente para adaptarse a todo tipo de ambientes, hasta llegar a constituir uno de los grupos zoológicos más diversos.

Entre la fauna de insectos, tan diversa, encontramos especies generalistas y especialistas. Las primeras presentan una gran capacidad de adaptación a distintos ambientes y recursos, normalmente son polífagas, consiguen la madurez reproductiva en poco tiempo y ponen muchos huevos (estrategia reproductiva r), siendo las candidatas perfectas para convertirse en plagas agrícolas. Por el contrario, las especialistas están adaptadas a un nicho ecológico reducido, por lo que son muy sensibles a cambios ambientales, ponen pocos huevos y el alimento se garantiza a las crías (estrategia reproductiva k), mediante cuidados parentales o bien, poniendo los huevos en lugares especializados como, por ejemplo, un hospedador o un recurso trófico concreto (parasitoides o coprófagos), entre estas podemos encontrar especies integrantes de lo que llamamos fauna auxiliar.

En el Cretácico, hace 145 millones de años, mucho antes de que el ser humano poblara la Tierra, ocurriría un acontecimiento que marcaría el curso de la evolución humana durante el Neolítico: la aparición de las plantas con flor. Este hecho, unido a la existencia de insectos alados desde el Carbonífero (350 ma), permitiría el inicio de las interacciones entre las angiospermas y los insectos, lo que dio origen a procesos coevolutivos mutualistas como la polinización, o antagonistas como la herbivoría que, entre otros procesos, llegarían hasta nuestros días y hasta nuestros cultivos.

Durante el Neolítico, hace 10.000 años, el ser humano comenzó la actividad agrícola, sembrando y cultivando algunas plantas. La domesticación de la naturaleza fue avanzando y la agricultura fue cobrando fuerza, modificándose nuestra manera de vivir y nuestro entorno. Su práctica ha inducido cambios en la composición de los ecosistemas naturales y en las interacciones entre organismos, provocando el incremento de especies generalistas (plagas) que se adaptan y proliferan en presencia de un recurso trófico abundante (el cultivo), y la disminución de especies especialistas incapaces de adaptarse a las nuevas condiciones.

La demanda de alimento de la población humana, en continuo crecimiento, implica una producción agrícola cada vez más intensiva. Durante el siglo XX los insecticidas de síntesis fueron usados profusamente para el control de plagas que, por su baja especificidad, redujeron las poblaciones tanto de plagas como de otros artrópodos beneficiosos, poniendo en peligro las interacciones mutualistas insecto – planta (polinizadores, transportadores de semillas, etc) y antagonistas insecto – insecto (parasitismo y depredación), tan beneficiosas para los cultivos y para el control biológico de plagas. Actualmente, las Administraciones son conscientes del problema ambiental ante el que nos encontramos. La Directiva 2009/128/CE, el Plan de Acción Nacional y el Real Decreto 1311/2012 pretenden reducir el uso de productos químicos de síntesis para el control de plagas y potenciar la gestión integrada (GIP). En este proceso de cambio, es fundamental investigar otras formas de protección vegetal que concilien la conservación del medio ambiente y la producción agrícola sostenible, rentable y de alta calidad. La investigación desde esta perspectiva requiere la implicación directa del sector agrícola durante el proceso y para la transferencia posterior de los resultados conseguidos. Se trata, por tanto, de una investigación muy ligada al campo y a la fenología de los cultivos, donde es fundamental el conocimiento (biológico, fenológico, ecológico, taxonómico, etc) de las especies implicadas (plagas y fauna auxiliar), de sus interacciones (insecto-planta, insecto-insecto) y con el medio ambiente (factores climáticos). Este enfoque trata de conseguir un agro-ecosistema lo más equilibrado posible, reestableciendo los hábitats que permitan la subsistencia de las especies especialistas (fauna auxiliar) y las relaciones intra- e inter-específicas que regulen, lo más eficientemente posible, las poblaciones de insectos de forma natural. No obstante, en un agro-ecosistema, de por sí desequilibrado, el control de plagas de forma natural nunca va a ser suficiente, por lo que se requiere, además de buenas prácticas culturales, la gestión integrada de plagas, que implica el seguimiento y valoración de las poblaciones de insectos (plagas y fauna auxiliar); la decisión del momento más idóneo en el que aplicar el tratamiento sin perjuicio de la fauna auxiliar y, en la medida de lo posible, el uso compuestos naturales específicos, y aquí, los semioquímicos (feromonas, cairomonas, etc.) son de gran utilidad, tanto para el seguimiento como para el control de plagas.

La trayectoria de la agricultura desde el Neolítico ha seguido un proceso de intensificación gradual, desconectándose de la naturaleza. Actualmente, nos encontramos en un momento crítico en el que nos enfrentamos a un nuevo paradigma. El viejo paradigma de la producción extensiva, ajena a la naturaleza, sin conciencia del impacto ambiental, ha pasado una factura con grandes costes económicos y ambientales. El nuevo paradigma integra la agricultura en el contexto natural, donde es fundamental no producir en exceso, no contaminar con productos ajenos al sistema biológico, conservar los hábitats, las interacciones de los organismos y los flujos de materia y energía que nos van a asegurar la salud del cultivo. En definitiva, dejar que fluya el sistema por sí mismo, observar, investigar e intervenir sólo si es necesario.