Los herbicidas: ¿han llegado a su límite en el control de las malas hierbas? / Gabriel Pardo
Gabriel Pardo
Unidad de Sanidad Vegetal
Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA)
Instituto Agroalimentario de Aragón (IA2)
Vallico (Lolium rigidum) y avena loca (Avena spp.) que sobreviven a los herbicidas antigramíneas en campos de cereal, arrozales llenos de milleta (Echinochloa spp.) en septiembre pese a realizar tratamientos herbicidas hasta en tres momentos del ciclo del cultivo, sarrachon (Sorghum halepense) que sobrevive, en campos de maíz, a tratamientos herbicidas con los que antes moría fácilmente, coniza (Conyza spp.) que continua lozana en cultivos leñosos tras varias aplicaciones de herbicida… Estos son algunas de las quejas que llegan al CSCV o al Laboratorio de Malherbología del CITA. ¿Qué está pasando con los herbicidas? ¿han dejado de funcionar tras aplicarse como principal modo de control en los cultivos en los últimos 50-60 años?
Desde luego que no, pero, lamentablemente, estos casos de resistencia de determinadas malas hierbas a herbicidas ocurren cada vez más frecuentemente. De tal modo, en este momento hay 495 casos de resistencias a herbicidas en todo el mundo que afectan a 255 especies de malas hierbas (Heap 2018). En España ya hay registrados desde 1981, 36 casos de resistencias que afectan a 28 especies diferentes de malas hierbas. Si esta tendencia se mantiene en un futuro próximo el control de malas hierbas con herbicidas estará seriamente comprometido.
A esto hay que añadir que la legalización de nuevos herbicidas es mucho menor que el número de aquellos que se dejan comercializar. Estos últimos se dejan de distribuir por la prohibición de las autoridades, al considerarlos tóxicos (cabe recordar el gran debate que se está produciendo respecto a si se debe prohibir o no el glifosato, el herbicida más usado a nivel mundial) o por falta de interés de las casas comerciales que no ven rentable, por su elevado coste, mantener su comercialización (normalmente los de aplicación en cultivos menores) y mucho menos pedir una nueva autorización para un nuevo herbicida. Además, estas pocas nuevas autorizaciones corresponden, si, a nuevas materias activas, pero estas no pertenecen a sitios de acción novedosos. Se lleva más de 30 años sin comercializar un herbicida de nuevo sitio de acción.
A pesar de todo, y aunque el número de herbicidas registrados en determinados grupos de cultivos, como los extensivos de secano o de regadío, todavía son amplios, la gama de herbicidas es mucho menor si se trata de controlar a determinadas especies como el mencionado vallico en cereal o la coniza en frutales. En otros grupos de cultivos, como el arroz, ya de inicio, los productores encuentran dificultad para rotar materias activas por la escasez de productos registrados, estando la eficacia muy comprometida. En definitiva, además de que los casos de resistencia cada vez son más frecuentes, los productos autorizados cada vez son menos y, además, como no puede ser de otra manera, cada vez son menos agresivos con el entorno, con lo que suelen ser más específicos y, como dicen los agricultores “matan menos”. ¿Implica esto que debemos hacernos a la idea de cultivar sin herbicidas como hace 50-60 años?
Seguro que no, los herbicidas seguirán jugando un papel destacado a la hora de controlar las hierbas, pero todo indica que el control será mucho más complejo que realizar una o dos aplicaciones de herbicida en nuestro cultivo y, desde luego, será muy raro encontrar un herbicida nuevo o “salvador” cuando se produzca una infestación más o menos inesperada y severa. Los productores deberán diseñar y gestionar sus explotaciones teniendo en cuenta la posible afección de las malas hierbas: rotaciones en las que se incluyan cultivos donde las especies más problemáticas resulten vulnerables, por sacarlas fuera de ciclo biológico, por ser eliminadas por labores preparatorias, por competencia por el propio cultivo, o incluso por existir un herbicida más eficaz y selectivo. Quizás habrá que cambiar el “chip” y no pensar en primer lugar en los herbicidas a la hora de controlar las malas hierbas sino quizás en usarlos en penúltimo o último lugar, si no se pueden usar otras técnicas. Deberemos “pensar” más los cultivos que integren la rotación para, ya de inicio, evitar que se produzcan proliferaciones y establecimiento de al menos aquellas malas hierbas más problemáticas, sin ser “cortoplacistas” incluyendo cultivos menos rentables pero que ayuden a gestionar el manejo. En caso de usar herbicidas se deberán monitonizar, y si es posible, prever las emergencias, conocer la biología y los estadíos fenológicos de las malas hierbas para efectuar los tratamientos en el momento preciso. Se deberán eliminar los tratamientos por rutina y que no estén justificados en base al daño potencial que la infestación pueda causar, o bien si esta puede ser controlada por otros medios. Si no se tienen en cuenta estas premisas, cada vez más frecuentemente nos encontraremos con problemas malherbológicos que los herbicidas, por unas razones u otras, ya no pueden resolver de manera satisfactoria.
En definitiva, a mi modo de ver, los productores si no es por convencimiento, será por condicionantes legales y/o por consumación de hechos de falta de eficacia, pero deberán implantar estrategias de control en la que los herbicidas jueguen un papel más secundario y menos predominante que en la actualidad.