Desbroce de matorrales para impulsar el desarrollo de la ganadería extensiva y la conservación medioambiental / Teodoro Lasanta
Teodoro Lasanta
Instituto Pirenaico de Ecología
Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)
fm@ipe.csic.es
Durante siglos los recursos de la montaña mediterránea se utilizaron de forma casi integral en un sistema socioeconómico de casi autoabastecimiento. Ello permitió mantener densidades demográficas parecidas a las del medio rural de las llanuras y una cabaña ganadera muy elevada. A lo largo del siglo XX, especialmente entre los años cincuenta y ochenta, el sistema socioeconómico tradicional se desmorona, con la emigración masiva de la población, el abandono de las laderas cultivadas y la disminución drástica de la ganadería. La baja o nula explotación de los recursos ha llevado a un proceso de revegetación muy acusado con expansión de matorrales y bosques. Frente al paisaje complejo, en mosaico y cultural creado por los humanos durante siglos, surge otro muy homogéneo de extensas manchas de vegetación.
Este nuevo paisaje tiene algunas ventajas ambientales como el incremento del secuestro de carbono, de indudable interés para aminorar el cambio climático, la reducción de las tasas de erosión del suelo o su papel favorable en la expansión de grandes ungulados, que prefieren paisajes muy vegetados. Pero junto a estos efectos positivos surgen algunos inconvenientes, como la pérdida de paisajes culturales y de cierto atractivo para buena parte de la sociedad, el incremento del riesgo de incendios, la disminución de los recursos hídricos generados en la montaña que es la fuente primordial de abastecimiento para los ríos mediterráneos, y la pérdida de recursos pastorales, que limitan el desarrollo de la ganadería extensiva y con ello la posibilidad de sobrevivir en los pueblos de la montaña mediterránea.
Foto 1: Ladera desbrozada en el Valle del Leza (La Rioja)
El Gobierno de La Rioja en los años ochenta del pasado siglo puso en marcha un plan de desbroce de matorrales con el fin de limitar los efectos negativos del abandono de tierras y la revegetación posterior. Los desbroces se hacen con tractor y son financiados con ayuda de los programas de desarrollo rural y lucha contra incendios de la U.E. La foto 1 muestra una ladera desbrozada en la que pueden observarse algunos rasgos de los desbroces: los campos desbrozados se sitúan a diferente altitud para dilatar el periodo de aprovechamiento del pasto; se combinan áreas desbrozadas con áreas sin desbrozar en las que se mantienen pequeños bosquetes o matorrales, con el fin de favorecer la alimentación y el refugio de la fauna silvestre; las laderas de mayor pendiente y próximas a barrancos se han dejado sin desbrozar para disminuir el riesgo de erosión del suelo; los márgenes de los antiguos campos se mantienen con matorrales como corredores ecológicos; los arbustos y árboles de más de 1,5-2 m de altura se dejan en los campos para favorecer la biodiversidad; la presencia de matorrales entre las áreas desbrozadas favorece el pastoreo de diferentes especies de ganado, así las vacas y ovejas prefieren la vegetación herbácea mientras que cabras y yeguas aprovechan también los matorrales.
Desde la puesta en marcha del Plan se ha desbrozado más del 25% de la superficie de matorrales Han pasado más de 30 años desde el inicio del Plan, lo que permite tener información de algunos efectos ambientales y socioeconómicos. El paisaje ha incrementado su mosaicidad, dando lugar a una estructura más compleja y de mayor diversidad. Los incendios prácticamente han desaparecido de la montaña riojana. En el conjunto de La Rioja se quemó una media de 2036 ha/año en el quinquenio previo a la puesta en marcha del plan, mientras que en el último quinquenio sólo 152 ha/año, la mayoría de ellas en el llano por actividades agrícolas. Es cierto que otras medidas relacionadas con los planes de prevención y extinción de incendios han contribuido a ello, pero no es menos cierto que los desbroces cumplen un papel esencial a través de la reducción de biomasa, la creación de un paisaje en mosaico y, sobre todo, porque los ganaderos ya no queman matorrales para regenerar pastos, puesto que la Administración se los proporciona de forma gratuita.
Foto 2: Ganado vacuno en el Valle del Leza (La Rioja)
Los desbroces permiten regenerar pastos y con ello incrementar la oferta pastoral. La evolución de los censos ganaderos ha sido espectacular. Recientemente hemos hecho un estudio en el Valle del Leza, localizado en el corazón de la Sierra Riojana, comprobando que el censo ganadero se ha multiplicado casi por 4 respecto a los años 1970 (Foto 2), a la vez que el tamaño de las explotaciones se ha multiplicado por 2,5. Se asiste, además, al nacimiento de nuevas explotaciones, gestionadas por jóvenes del Valle o por foráneos que se han establecido en el Leza buscando su modo de vida. Este dinamismo de la ganadería contrasta claramente con la atonía del sector en otros valles de la montaña mediterránea española. El desarrollo de la ganadería contribuye a mantener los pueblos vivos, rompiendo con una tendencia que les conducía a su desaparición o a quedar reducidos a la mínima expresión.
Ahora iniciamos un proyecto de investigación financiado por la U.E. con el que pretendemos conocer mejor los efectos de los desbroces en la hidrología, la evolución de la calidad del suelo, el secuestro de carbono y la biodiversidad. Con nuestra investigación tratamos de aportar pautas de gestión que combinen el desarrollo con la conservación, y de esta forma servir a los gestores y usuarios del territorio, en definitiva a la sociedad que nos paga.